La Lupa

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

LA DECONSTRUCCIÓN COMO LUGAR COMÚN

El feminismo es uno los temas dominantes de los últimos años, a tal punto que se ha ganado un lugar distintivo en la agenda social. Eso no está mal, al contrario, porque permite que se discutan concepciones, eventos y acciones que antes estaban silenciadas u ocupaban lugares secundarios. El riesgo es cuando todo el mundo quiere hablar y se entra en mecanismos de repetición, donde las mismas consignas se enuncian una y otra vez, con ligeras variantes, hasta agotar e incluso banalizar lo que se está discutiendo. La lupa es un film que evidencia en buena medida ese riesgo, porque quiere presentarse como una experiencia subjetiva que refleja cuestiones generales, pero no pasa de ser un mero repaso por toda clase de lugares comunes.

La película de Marina Zeising quiere construirse desde lo plenamente íntimo, con la propia cineasta buscando desandar sus orígenes, interpelar su propia concepción sobre la maternidad, “deconstruirse” (palabra ya bastante desgastada a esta altura del partido), analizando los elementos culturales que la formaron y el rol que jugaron diversos eventos personales. Ese enfoque y propósito es válido, pero las preguntas que hace la realizadora (a las cuales enuncia a viva voz) ya fueron hechas múltiples veces y las respuestas a las que arriba no salen de lo predecible. De hecho, por momentos da preguntarse si era realmente imprescindible que tuviera que irse a Italia y Noruega para recoger testimonios que casi siempre confirman lo obvio y sabido.

En La lupa no hay descubrimientos, sino constantes confirmaciones, que Zeising encima se ocupa de subrayar no solo desde la imagen, con simbolismos bastante obvios, sino también desde la palabra. A cada rato aparecen frases altisonantes sobre los mandatos sociales, las presiones familiares, el deseo, los silencios, lo que representa la nueva ola feminista y un largo etcétera, con una poética forzada y obvia, que se agota rápidamente. El trazo grueso, paradójicamente, no hace más que explicitar la distancia con que se observan, por ejemplo, acontecimientos como la votación por la legalización del aborto, donde pareciera que el único puente posible son las aseveraciones políticamente correctas.

Lamentablemente, La lupa solo le habla a las convencidas. Y digo convencidas, sin incluir a los convencidos, porque casi nunca le habla al género masculino, o si lo hace, no es para escucharlo (y entenderlo, para así cuestionarlo y pedirle que cambie), sino para que confirme lo ya dicho y sabido sobre la maternidad y la feminidad en general. Quizás no vendría mal recordar que el feminismo, que implica igualdad entre géneros, se construye entre todas…y todos.