Maternar es político
Marina Zeising parte de sí misma para hablar de algo mucho más grande, toma sus inquietudes individuales como mujer y las lleva al plano de análisis de una nueva ola feminista en La lupa (2018).
La premisa comienza como un acto autoreferencial que dispara el conflicto de la protagonista, a la vez directora, el deseo de ser madre y el sentimiento de pánico ante la sola idea de transitar el embarazo. Sin embargo hace un rápido proceso para convertirse hacia un sentido más colectivo de las problemáticas de género.
El miedo parece tener una raíz más social que personal, muchas mujeres no se pueden permitir tener hijos bajo la violencia que se ejerce sobre la maternidad dentro del núcleo contextual que por otro lado las sacraliza. La película pone sobre la mesa las consecuencias directamente relacionadas a la maternidad que complican a la mujer, desde su desarrollo e independencia económica, hasta la noción de “libertad” y “sufrimiento”. Además se cuestiona si el deseo que se despierta en una es genuino o si es consecuencia de un sistema que sostiene que eso es lo que nos realiza y que presiona a aquellas que deciden no hacerlo.
Entre imágenes de archivo y entrevistas a referentes más que interesantes que reflexionan y problematizan la maternidad, se mete de lleno en el feminismo y compara los movimientos en tres países (Argentina, Noruega e Italia). Demuestra que la violencia sobre las feminidades afecta al mundo de formas muy similares, pero también da lugar a mirar hacia aquellos terrenos ganados en otras partes y asumir las realidades que ayudan o dificultan al redescubrimiento de la mujer en un espacio y rol familiar.
“Lo personal es político” repite. La búsqueda del camino propio es lo que busca plasmar en este largometraje, afirmando que esta búsqueda no es independiente del contexto y se hace a partir de un camino político de reflexión y deconstrucción.