La opera prima de ficción del actor es una oscura parábola futurista acerca de un padre que debe proteger a su pequeña hija en un mundo en el que han muerto todas las mujeres. Una versión minimalista de un clásico tema del género post-apocalíptico.
El universo que describe la opera prima de ficción de Affleck no es para nada original pero acaso su forma de acercarse a él sí lo sea. Estamos hablando de un futuro post-apocalíptico en el que una terrible catástrofe ha sucedido y nos encontramos con un mundo devastado y sin recursos. Y la historia se centra en un padre y una hija a la que debe proteger y cuidar atravesando los enormes peligros que se avizoran en este lugar en el que parece no haber reglas ni un hogar seguro. El lector podrá suponer que películas como THE ROAD, LEAVE NO TRACE o hasta CHILDREN OF MEN trabajaron temáticas parecidas y estará en lo cierto. Pero en la forma de poner en escena ese universo, Affleck optará por un minimalismo radical que ninguna de esas películas tiene. No necesariamente con mejores resultados, pero al menos con una búsqueda personal dentro del subgénero “sobrevivientes de una hecatombe”.
La “hecatombe” en cuestión es muy particular. En el pasado (que vemos a través de muy breves flashbacks) algún tipo de virus acabó con toda la población femenina del mundo. Por algún motivo que no se explica del todo bien (uno puede suponer que, sin mujeres, a los hombres solo les queda volver a su modo más salvaje y primitivo), los sobrevivientes andan escondiéndose de peligros que los acechan de todos lados. En el caso de los protagonistas tiene mayor sentido ya que el padre (Affleck, en un personaje que jamás se nombra) tiene una hija de unos ocho años apodada Rag (Anna Pniowsky) a la que hace pasar por varón para evitar que alguno se la lleve con oscuras intenciones. Por un rato no sabemos si esto –lo de los peligros “del exterior”– es del todo cierto o es parte de los cuentos que él le cuenta a su hija pero pronto sabremos que amenazas hay. Y bastante reales.
En LA LUZ DEL FIN DEL MUNDO (LIGHT OF MY LIFE) lo que Affleck intenta contar es la relación de un padre y su hija, a la que debe proteger y ver crecer, aceptar en sus cambios e ideas y llevar, si se acepta la metáfora, de una orilla a la otra. Es tan central ese punto que la primera escena es una larga conversación –una suerte de cuento para dormir inspirado en el Arcá de Noé– que se extiende por más de diez minutos. Y así, la película pondrá más el eje en la intimidad de ambos y en los recuerdos de su fallecida madre (Elisabeth Moss, en los breves flashbacks) que en algo parecido al peligro y la acción. Promediando un relato que se extiende más de lo necesario y que podría ser más potente con una duración sensiblemente menor a las dos horas, el afuera, la amenaza y también la solidaridad empezarán a aparecer. Y recién ahí este pequeño drama independiente sobre un posible fin del mundo empezará, un poco, a parecerse a una película de género. Tan solo un poco.
Y está bien que así sea ya que queda claro que Affleck se siente a gusto en ese tono bajo y ese estilo indie que lo vio crecer como actor en películas como GERRY, AIN’T THEM BODIES SAINTS y, especialmente, A GHOST STORY, una película que, en su callada intimidad forzada por un exterior misterioso y potencialmente terrible, se relaciona claramente con esta, si bien LA LUZ DEL FIN DEL MUNDO no alcanza jamás la potencia emocional de aquella. Uno podría prácticamente sacarle todos los elementos de “ciencia ficción” al film y no cambiaría demasiado. Sería igualmente una película acerca de un padre que debe hacer todo lo que esté a su alcance para cuidar a su hija de los otros, peligrosos, hombres.
Hay quienes han leído esto como una suerte de mea culpa de parte de Affleck respecto a las acusaciones que recibió de acoso sexual, pero me parece una comparación forzada. El mundo afuera de esa relación puede ser horrible, es cierto, pero también amable y considerado. Y por momentos nuestro protagonista prueba ser igualmente perverso con los demás. En esa tierra de nadie que es este futuro sin mujeres los hombres son capaces de hacerse cualquier daño con tal de sobrevivir. Pero, de vez en cuando, tienen momentos de nobleza.
La película es visualmente bella y eso ayuda mucho a que su estructura minimalista no sea vuelva más repetitiva de lo que por momentos es. La fotografía de Adam Arkapaw (el DF australiano de ANIMAL KINGDOM, MACBETH y las muy buenas primeras temporadas de las series TRUE DETECTIVE y TOP OF THE LAKE, entre otras producciones) capta de una manera entre bella y tenebrosa los espacios abiertos, fríos y muchas veces inhóspitos que padre e hija deben atravesar entre los distintos lugares que eligen para pernoctar. Y en las pocas escenas en las que el universo se abre a otros personajes o a estructuras un tanto más urbanas, la película genera permanentemente una ominosa sensación de que en cualquier momento algo terrible puede suceder. Y, claro, eso sucede. Y allí Affleck se atreve a cambiar hacia un registro de acción más clásico que resuelve de una manera un tanto confusa visualmente pero dramáticamente satisfactoria.
LIGHT OF MY LIFE es una película simple que puede generar indiferencia o emocionar dependiendo de cuánto el espectador logre involucrarse en las idas y vueltas de esa relación. Tanto detrás de cámara como adelante, Affleck hace lo posible –siempre desde sus modos cautos y reservados– para otorgarle a su pequeña historia la dimensión de una parábola humanista. Y, sin estridencias, logra convencernos que la experiencia vale la pena. Es un viaje raro, denso y por momentos incómodo, pero uno finalmente se queda con la sensación de que tuvo sentido haberlo recorrido.