Una pandemia acaba con casi todas las mujeres, un padre con su niña disfrazada de chico hace una vida nómade para salvarle la vida.
Hay cineastas que filman con miedo a no aprobar. No se sabe qué, aunque se intuye que imaginan la crítica como una especie de tribunal, e incluyen en “la crítica” todo lo que puede escribirse sobre un film.
Casey Affleck, actor y por segunda vez realizador, es de esos y también es raro, porque el uso de ciertos recursos poco habituales en el cine de hoy (planos largos, intimidad pudorosa entre los personajes, diálogos sostenidos con tranquilidad) sólo los utilizaría alguien muy seguro de sí mismo. Lo que parece una paradoja es, en realidad, indecisión.
La historia (una pandemia acaba con casi todas las mujeres, un padre con su niña disfrazada de chico hace una vida nómade para salvarle la vida) muestra un mundo glauco que sirve perfectamente para el bochorno alegórico. Al concentrarse con todo el tiempo del mundo en la relación padre-hija, Affleck logra eludir el dedito levantado.