Casey Affleck debuta tras las cámaras en este relato post-apocalíptico de corte intimista que profundiza en la relación entre un padre y su hija. Un film que se desarrolla con un ritmo lento para meternos de lleno en este escenario donde una pandemia diezmó a la población matando a todas las mujeres del mundo. Rag (Anna Pniowsky) es una de las ultimas niñas que sobrevivieron y su padre (Affleck) deberá protegerla de amenazas externas, poniendo a prueba el vínculo afectivo de ambos. En primer lugar, su progenitor decide hacerla pasar por un niño (vistiéndola y cortándole el pelo como tal) para no llamar la atención de los extraños.
Quizás, la premisa termine siendo más interesante que el desarrollo del film, pero “Light of My Life” (título original de la cinta) comprende un relato duro, pausado y solemne que busca ahondar en la ética y la moral reinante ante circunstancias adversas, así como también en la paternidad, los vínculos afectivos y el rol de la mujer en la sociedad. Aunque parezca increíble viniendo de Affleck, (una figura controvertida con un par de denuncias de acoso sexual en su haber) su ópera prima intenta, de alguna manera, reivindicar el rol de la mujer. En aquel escenario de ciencia ficción donde prácticamente no hay mujeres, estas están obligadas a vivir en comunidades aisladas para protegerlas de los hombres peligrosos que habitan en las cercanías. Una especie de alegato a la misoginia y a la violencia de género reinante en las sociedades actuales. Es en esos pasajes donde el largometraje resulta interesante, cuando profundiza sobre la problemática establecida y cuando explota la dinámica de padre-hija con todos los derivados que puede llegar a tener dicha relación. No obstante, la película falla cuando atraviesa ciertos lugares comunes vistos e interpretados de mejor forma en films como “Children of Men” de Alfonso Cuarón o “The Road” de John Hillcoat. El fuerte de la narrativa de esta obra radica en su minimalismo y cuando explota la enseñanza que le otorga el padre a Rag sobre lo que está bien y lo que está mal.
En cuanto a sus aspectos técnicos, podemos destacar la estupenda fotografía de Adam Arkapaw que explota al máximo ese aire desolador de la escena post catástrofe, así como también su sobria puesta de escena y cámara que favorece la economía de recursos, aprovechando los planos de larga duración para acrecentar esa sensación de soledad y ese aire deshumanizado que rodea a los personajes.
Por el lado interpretativo, se destaca Casey Affleck como el padre de la niña, que tiene la ardua tarea de actuar y dirigir al mismo tiempo. Igualmente, no es sorpresa que en cuanto a dirección de actores se destaque la cinta ya que es algo habitual en las obras dirigidas por actores. Mención especial merece Anna Pniowsky que tiene grandes momentos y se perfila como una joven promesa de actriz.
«La Luz del fin del Mundo» es una película interesante que sufre la familiaridad de su escenario, un guion problemático y su larga extensión (dura dos horas y podría ser un poco más corta tranquilamente) pero que funciona por la reflexión que propone en el espectador, por las sentidas actuaciones, y por una más que acertada dirección de Affleck en su debut.