Un futuro distópico como consecuencia de una epidemia mundial que aniquiló a -casi- todas las mujeres.
Un padre intentando ocultar a su hija a toda costa escondiéndose en bosques y casas abandonadas.
¿Les suena? Tal vez un poco, porque se me hizo un rejunte de Hijos del hombre (2006) y On the road (2012).
Y si bien toma elementos de esas producciones y novelas, Casey Affleck crea un universo muy interesante en donde el clima de tensión e intriga es casi tan importante como el vínculo entre padre e hija.
Aquí no solo actúa, sino también es el productor, guionista y director. Por lo cual no es una película más para él.
Logra atrapar al espectador de dos maneras. Primero hace que nos preguntemos qué pasó en ese mundo y qué fue esa epidemia, pero luego poco importa porque ya estamos muy enganchados con la historia de los dos protagonistas y su supervivencia.
Es en los largos planos cenitales donde nos adentramos (y cautivamos) por esa relación y su pasado. El resto pasa a ser accesorio.
Aún así, el suspenso está muy bien manejado y se mezcla en dosis justas con la solemnidad que ofrece el film.
No deja de llamar la atención la historia gire en torno a Casey Affleck protegiendo a una mujer de hombres salvajes, dado a que ha tenido denuncias de abuso en su contra en el pasado cercano.
¿Este estreno es acaso un alegato y defensa por medio de su arte? Puede ser pura casualidad, pero la historia es de él, y fue concebida en el medio de todo aquello.
Creo que es un buen subtexto para tener en cuenta al momento de analizar la película.
En definitiva, La luz de mi vida (tal como es el título original si lo traducimos) es una buena obra, que lleva a la reflexión en sus pausas y silencios, y que entretiene con la tensión que causan algunas de sus secuencias.