Los novelones melodramáticos nunca pasan de moda. Basta chequear las listas de best sellers. La luz entre los océanos tiene grandes atractivos visuales para enmarcar su historia. Un hombre, sobreviviente al combate de guerra, acepta un puesto como cuidador de un faro remoto y se instala en una isla rocosa, en medio del océano. Tom, interpretado por un parco Michael Fassbender, es un tipo melancólico y callado que enamora a la joven, y jovial Isabel, hija de sus patrones (Alicia Vikander).
Ya casados, suceden días de felicidad compartida en la isla, pero ella pierde dos embarazos y cae en una depresión. Su fuerte deseo maternal cambiará los destinos de los enamorados, sobre todo después de una decisión que toman frente a la llegada de un bote a la deriva donde llora... un bebé.
Durante más de dos horas, el director Derek Gianfrance desarrolla este drama que vira de romántico a melodrama a secas, con el protagonista sufriendo entre dos mujeres trastornadas por la cuestión maternal y un dilema ético que ocupa el centro de la historia. Lo curioso de la película es que, en su sucesión de situaciones lacrimógenas y su lustroso capricho, no termina de generar emociones genuinas en el que mira. Acaso la química entre Fassbender y Vikander -que son pareja en la vida real- funcione de manera extraña. Pero los actores tienen la culpa de la falta de sangre que aqueja a este melodrama a la antigua. Es quizá el esfuerzo por la prolijidad el que se llevó toda la energía.