Rodada en blanco y negro y de corte netamente intimista, "La luz incidente" adentra al espectador en el drama de la protagonista en un relato donde lo formal se impone al contenido.
Érica Rivas interpreta a Luisa, una mujer joven con dos hijas pequeñas que acaba de enviudar producto de un accidente automovilístico que se cobró la vida de su esposo y hermano. En realidad es una incógnita el plazo desde que aconteció dicha pérdida y las sugerencias familiares indican mucho mas tiempo, sin embargo actúa como si todo hubiese sido reciente.
La llegada casi accidental a su vida de Ernesto -Marcelo Subiotto-, un hombre encantador e insistente que propone reconstruír todo, hace que Luisa comience a replantearse si es bueno vivir en el recuerdo y en medio de tanta oscuridad o dejarse iluminar a la luz de una nueva relación sentimental.
La luz incidente nos adentra con la cámara en la vida de esta mujer rota que enfrenta un proceso de duelo que hasta el momento, sistemáticamente evitó, y que además deberá enfrentar la tensión entre el deseo, los mandatos sociales de la época y sentimientos ambiguos, ante la llegada de un acompañante ideal cuya perfección y carácter genera sospechas.
A partir de la conformación de atmósferas, con sutiles planos y contraplanos o movimientos de cámara -se destacan los travellings circulares-, la fotografía en blanco y negro y la música de jazz, el relato va construyendo lentamente la historia de esta mujer melancólica que se resiste a dejar marchar el pasado.
Érica Rivas demuestra nuevamente su gran talento, muy bien secundada por Marcelo Subiotto y Susana Pampín, en un papel que expresa más por lo gestual y las miradas que por los diálogos.
La luz incidente pone el acento en lo formal y su estética para narrar con elegancia un conflicto intimista, pero al cual da la sensación que le faltan giros, sucesos o acontecimientos con el que el público quede atrapado de comienzo a fin, sin depender sólo de los instantes o atmósferas que subyuguen según el espectador.