UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD
Es más que probable que La luz incidente, por lo menos para quien escribe, termine convirtiéndose en la mejor película argentina de este año y en uno de los estrenos más relevantes de 2016. Ocurre que el tercer film de Ariel Rotter (Sólo por hoy, 2000; El otro, 2007), alejado de formas expresivas y de poéticas recurrentes del cine local, funciona como un perfecto mecanismo de relojería, desde las decisiones de puesta en escena de su director, la concreción de los rubros técnicos al servicio del relato y la interpretación de actores principales y secundarios que alcanzan una infrecuente luminosidad en la hora y media de duración de la película.
La trama se relaciona con el duelo, el vacío y el dolor de Luisa, debido a una tragedia personal que aun recorre su cuerpo, con dos pequeñas hijas a su cuidado a las que debe proteger de la ausencia y una madre que aconseja y sugiere sobre esa vida afectiva destrozada. El paisaje de época se acomoda de manera perfecta : el uso del blanco y negro junto a una cámara con recursos expresivos, un cuidado minucioso en el vestuario, escenografía y decoración, silencios y voces tenues y bajas para acompañar las pérdidas afectivas de la protagonista, una inesperada incertidumbre económica, un futuro que no parece venturoso. Pero aparece el personaje de Ernesto, con su gracia a flor de piel y simpatía de soltero extrovertido: ambos se conocen en una fiesta, teñida de música de jazz (funcional y relevante para la historia) y desde allí comenzará la posibilidad del resurgimiento de la viuda aferrada al dolor extremo.
Rotter recurre a la elipsis con gran maestría, concretando momentos cinematográficos de inusitada belleza formal y temática: los encuentros a solas de la pareja, los temores de ella, los cuidados movimientos de él, la visita de Luisa al trabajo de su esposo fallecido, las lágrimas necesarias que surgen en la soledad más insoportable, la sesión fotográfica cerca del final en una escena repleta de matices desde los mínimos gestos y sensaciones.
Para conformar una película semejante se debía contar con intérpretes acordes al desafío. Érica Rivas entrega un trabajo para disfrutar más de una vez, a la altura de su protagónico en Por tu culpa de Anahí Berneri. Su Luisa es un personaje al que las pérdidas (su esposo, su hermano) le recorren su cuerpo, modifican su mirada y sus leves movimientos que intentan olvidar la tragedia y así empezar una nueva vida. Como contrapunto, aparece un extraordinario Marcelo Subiotto, “un cortejante” de fuerte presencia, apelando al humor con tal de construir nuevos afectos junto a la viuda y sus pequeñas hijas.-
Y la cámara del director, protagonista de la historia. Una cámara que construye el espacio hasta con un marcado pudor a través de sus movimientos parsimoniosos, planificados con el máximo rigor. Como sucede en el travelling del final, donde su desplazamiento hacia atrás hasta que la imagen difumina en un bienvenido fuera de foco a Luisa y a sus hijas, le dice adiós a una luz incidente e intensa que permanecerá en el mejor de los recuerdos.
LA LUZ INCIDENTE
La luz incidente. Argentina/Francia/Uruguay, 2015. Dirección: Ariel Rotter. Guión: Ariel Rotter. Fotografía: Guillermo “Bill” Nieto. Edición: Eliane D. Katz. Dirección de arte: Ailín Salas. Sonido: Martín Litmanovich. Intérpretes: Érica Rivas, Marcelo Subiotto, Susana Pampin, Roberto Suárez, Elvira Onetto. Duración: 95 minutos.