Mirada de época.
La Luz Incidente (2015) narra el duelo de una joven mujer, Luisa (Érica Rivas), quien ha perdido recientemente a su esposo y a su hermano en un accidente de tránsito. En una fiesta de casamiento conoce a Ernesto (Marcelo Subiotto), un soltero de mayor edad que busca formar una familia. Así rápidamente comienza una relación compleja que coloca a Luisa entre la añoranza de la felicidad perdida junto a su esposo y sus hijas pequeñas y la posibilidad de constituir nuevamente una familia con un hombre al que no termina de descifrar y amar.
El tercer largometraje del realizador Ariel Rotter (Sólo por Hoy, 2000) está ambientado alrededor de la trágica muerte de dos integrantes de una familia de clase alta en la década del sesenta en Argentina. Sin una contextualización expresa, la obra busca situarse a partir de pequeños detalles del mobiliario, equipos de audio, libros y estilos de vestimenta para solicitar una mirada atenta, cuando no experta, en las sutiles referencias de época.
La elección del blanco y negro acentúa el valor artístico y la metáfora de la propuesta de Rotter, ya que hace hincapié en una dialéctica entre el relato y la imagen a través de la combinación de la delicada labor de fotografía a cargo del experimentado Guillermo Nieto (El Bonaerense, 2002; Mi Amiga del Parque, 2015) y un guión que busca siempre narrar con gestos, alusiones, elusiones o concisos diálogos con el fin de apelar al inconsciente y trabajar así sobre lo no dicho y la imposibilidad de comunicar la tragedia.
Las actuaciones de casi todo el elenco son excelentes, destacándose Érica Rivas en un papel difícil y complejo con muchos matices. La premisa del opus de Rotter construye -a través de los vaivenes de Luisa- un personaje maravilloso, uno que debe sobreponerse a la pérdida de su marido y su hermano, reconstruir su vida, cuidar y criar a sus pequeñas hijas y enfrentar su condición de viuda. El proceso de construcción de la identidad de Luisa aparece como el de una mujer que se debate entre la independencia, las necesidades que la sociedad le impone y sus sentimientos, como una especie de Emma Bovary moderna.
La Luz Incidente plantea una metáfora a partir de una de las propiedades de la luz -el fulgor que llega a la superficie del sujeto sin reflejarlo- como una irradiación de sensaciones y sentimientos que la protagonista necesita desesperadamente compartir/ reflejar pero debe guardar en su interior. El tono del film es intimista y en algunas escenas desesperante y desolador, aunque siempre amainado por la calidez de la elegante actuación de Rivas.
A pesar de todas sus cualidades y niveles de lectura, la película no carece de problemas y por momentos falla en su adaptación de época revelando el mecanismo mágico que debería transportar al espectador hacia otro contexto histórico. Aunque opaca el producto final, esta característica de la realización no afecta el resultado, ya que el film permite interesantes lecturas desde la psicología, los estudios de género, la sociología y la comunicación, dando cuenta de un gran trabajo en la construcción formal y estética de cada escena y cada plano. La imposibilidad de reflejar las heridas que constituyen nuestra sociedad tal vez sea lo que realmente define nuestra idiosincrasia.