Y al final… el túnel
Hay varias coordenadas para trazar en la cartografía propuesta por Ariel Rotter en su nuevo opus La luz incidente, la más próxima a la mirada no se halla en la imagen precisamente, sino en lo que cada imagen no resuelve. Ese es un camino posible en el acumulado de las fotos -por ponerle un nombre- que completan un álbum familiar. ¿Qué es lo primero que nos pasa al ver un álbum familiar? El recuerdo de aquello que no está en las fotos. O sea, la huella del ausente. Y si de ausencias vamos a partir en la cartografía de La luz incidente, el mapa de los afectos y las emociones han perdido las fronteras y no son limítrofes esos continentes, más que en un anhelo para rearmarlo. Todo eso es lo que se le pide, implícitamente, a Luisa (Erica Rivas en un gran desempeño), en tránsito de un doble duelo por la pérdida simultánea de un hermano y su esposo en un accidente trágico. Tras ese episodio del que no pudo ni siquiera ser testigo, se desdobló como si se tratara de la imagen y el reflejo. Y esa zona de grises no son otras que la de la tristeza y la inercia que causa un incidente, es decir un acto repentino que no se previó y que no se esperaba de manera consciente.