¿Qué exige filmar un duelo? Delicadeza. He aquí un retrato sobre la difícil tarea subjetiva de acomodarse a la ausencia irreparable de alguien amado y a la lenta posibilidad de volver a desear. Es lo que Rotter consigue entrever en la conducta de Lucía, cuyo marido y hermano han muerto en un accidente y que debe seguir adelante al cuidado de sus dos mellizas. Un poco después, durante una fiesta, aparecerá un pretendiente. El relato ambientado en la década de 1960 exige un mobiliario y un vestuario, pero también una fidelidad apropiada a ese tiempo en el seguimiento emocional del personaje. Érica Rivas es una elección perfecta: todos sus gestos vienen de otro tiempo, su circunspección espiritual también. El pausado travelling hacia atrás con el que culmina el film es de una elegancia indiscutible, epílogo estético de un film a la altura de todas sus circunstancias.