Ariel Rotter vuelve al cine. Y este no es un dato menor. Con “La luz incidente” (Argentina, 2016) y el relato de la historia de Luisa (Erica Rivas) una mujer que desea parar el mundo ante una tragedia familiar, el universo creado desde la recreación de una época incierta (’50/’60) además suma el escenario necesario para evitar cualquier desvío en el foco de atención.
Luisa sufre en silencio, con dos pequeñas hijas, la sorpresiva muerte de su marido, debe, con la ayuda de su madre (Susana Pampín) rearmar su vida. Pero ella se resiste, con la mirada perdida y sólo compartiendo algún que otro momento con sus hijas, la soledad y la separación que necesita del resto del mundo también la agobia.
Pero un día aparece un candidato (Marcelo Subiotto), tan alejado de los esterotipos imaginados que una vez más es sorprendida por la vida. Y pese a su rechazo inicial, es incentivada por su madre y su suegra a que rehaga de alguna manera su situación.
Rotter deja la cámara, y los personajes, cual coreografía de precisión, van apareciendo delante de la cámara, la que, reforzando la sensibilidad de la situación planteada inicialmente, con una cuidada fotografía en blanco y negro, se realza el estado de la protagonista.
En el correr de los días Luisa termina por aceptar, sin muchas ganas, aquello que una vez más le exige, y cayendo en el compromiso inevitable, comienza a recordar su pasado, el que regresa en cada momento que comparte con sus hijas.
“La luz incidente” habla de un duelo, y de un estado de inercia de una mujer que no supo hasta el momento tomar decisiones y que a partir de lo fortuito debe configurarse una vez más como madre, viuda, apoderada, hija, siendo que en realidad ninguno de esos roles le sientan bien en ese momento.
Nunca hasta este momento el cine nacional había ofrecido una mirada tan dolorosa sobre el quiebre de una vida. Nunca un director supo capturar la sensibilidad inherente a la pérdida evitando caer en lugares comunes y trazos gruesos.
Erica Rivas compone, casi sin diálogos, apenas algunas palabras susurradas a esa Luisa que sufre, que llora en soledad, y que se rearma desde el amor que sus pequeñas hijas le brindan sin ningún reclamo posterior de nada.
Y también la compone desde lo inevitable de dejarse llevar por su candidato, el que, a diferencia de ella, le devuelve cierto impulso vital que había perdido ante la irreversible perdida que tuvo.
A pesar de la economía de recursos que tiene “La luz incidente” es una de las películas más potentes que se hayan filmado jamás. Una de esas películas que se atesorarán por mucho tiempo, sabiendo que su propuesta trasciende la época en la que se la haya filmado.
Rotter logra transmitir con pocos elementos, pero con mucha convicción, un universo interno plagado de dolor, dudas, misterio, expectativas, amor, pasión y mucho, pero mucho, silencio.
La lograda interpretación de Rivas (encorsetada, medida, minimalista, sutil) y la de aquellos actores que la acompañan, además, terminan por configurar una puesta sublime que bucea en el duelo de una mujer que quiere tomarse su tiempo para procesar algo inesperado que a la vez la transforma pero que inevitablemente debe aceptar ayuda muy a su pesar.