Interesante desde el punto de vista estético, visual y sensorial, La madre, nuevo film del peculiar cineasta Gustavo Fontán, no logra sin embargo sostenerse ni dramática ni argumentalmente. Si bien el realizador de El Árbol posee una línea experimental, en el caso mencionado una leve trama resignificaba la apuesta formal y le daba sentido a la obra. Aquí Fontán acentúa sus búsquedas expresivas mientras intenta narrar el calvario de un hijo adolescente frente a una madre bebedora que sufre diversos trastornos de conducta. Sus monólogos internos parecen aseverar esta idea y muchas de sus actitudes también, sin embargo su atildado aspecto personal y el cuidado al elegir su vestuario aparentan desmentirlo. Una mínima historia debería tener alguna continuidad y sustento, pero algunas licencias del director conspiran contra eso, quizás ex profeso. En la mitad del film la mujer aparece muerta y ensangrentada y en el final el joven ataca a hachazos un criadero de abejas, situaciones que, entre otras, sólo aportan confusión. Prácticamente despojada de diálogos y con un metraje que apenas justifica el rótulo de largometraje, La Madre ofrece climas audiovisuales muy logrados, en el que la contemplación estética alcanza bellos momentos. Las interpretaciones están supeditadas a un contexto algo caprichoso, pero aún así Gloria Stingo transmite ciertas sensaciones.