Gustavo Fontán vuelve a la ficción, a una ficción pequeña, acotada, seca cercana a El árbol.
Un hijo recuerda (o transita) el camino de una madre que empieza a enloquecer. Pocos datos nos ofrece el relato fragmentado y con tiempos elididos o que saltan de presentes a pasados sin marcas evidentes para dilucidar los motivos o para poder hacer pie con seguridad en ese locus donde el afecto impera y la razón se pierde.
Gustavo Fontán vuelve a la ficción, a una ficción pequeña, acotada, seca cercana a El árbol. Te cuento esto para que te acuerdes se escucha en off con recurrencia, mientras la cotidianeidad se exhibe ante nuestros ojos intrusos de esa privacidad alterada. Llueve, y la naturaleza vuelve a tener preponderancia en la imagen.
El cálculo le juega en contra al film donde los encuadres tan enmarcados y los planos tan pensados le quitan afección a lo mostrable. Actuaciones casi bressonianas ayudan a contener cualquier desborde pero el soporte digital y el color (a pesar del gran trabajo con la luz y la sombra) no colaboran demasiado con esta historia que parece reclamar fílmico y blanco y negro a gritos.