De pequeños genios y grandes farsantes
No me había convencido Policeman, la ópera prima de Nadav Lapid ganadora del BAFICI 2012 que precisamente por ese premio alcanzó luego un reducido estreno comercial en la Argentina, pero ya en ese film de vislumbraban la capacidad de provocación y la contestataria mirada política de un director muchas veces desaforado.
Si bien en apariencia esta segunda película es más pequeña y sencilla, su descripción de la sociedad israelí es tan poco complaciente como en su trabajo previo. Y hasta podría decirse que aún más cruel y angustiante. De todas maneras, aquí las cosas funcionan mucho mejor. El protagonista es un niño de cinco años común y corriente que, sin embargo, tiene raptos de inspiración, verdaderas revelaciones que lo llevan a inventar poemas brillantes. Ni la niñera ni su padre le prestan demasiada atención al chico prodigio, pero es la maestra jardinera del título la que no sólo se obsesiona con el pequeño al punto de convertirse en una suerte de madre sustituta, sino que también empieza a manipularlo y a hacer pasar sus creaciones como propias.
La incomunicación, la frialdad, la hipocresía, el cinismo y la incapacidad para entender la belleza son algunas cuestiones que sobrevuelan un film que, ahora sí, confirma a Lapid como un talento a tener muy en cuenta.