Ganadora en el último Bafici (con total justicia) este es un film simple y directo que, cuando el espectador sale de la sala, se transforma en complejo y lo deja recordando lo que ha visto. Ya lograr tal cosa es muchísimo cuando el cine que nos inunda es una pura sensación que se apaga antes de tomar un café a la salida. Aquí hay un chico de cinco años que tiene un talento increíble para la poesía. Su maestra lo descubre y quiere proteger ese don, lo que no va a ser precisamente fácil. El realizador israelí Nadav Lapid es especialista en cuestionar los lugares comunes de las instituciones (lo vimos en la perfecta y tensa Policeman) y aquí lo hace a través de un cuento que siempre corre el riesgo de caer en lo alegórico y siempre -porque el realizador comprende que lo que más importa es lo que le sucede a los personajes y no qué enseñar con ello- logra eludirlo. Cuando emociona (y lo hace), lo logra sin golpes bajos, todo un mérito en sí mismo.