Todo por una nota.
Desde 1948 hasta 1989, Checoslovaquia fue gobernada por el Partido Comunista, apoyado fuertemente por el sistema de la Unión Soviética. Con una sociedad dividida y un férreo control de actividades, las libertades sociales fueron cortadas, entre ellas la de una libre elección partidaria.
En este contexto se desarrolla La maestra, nuevo opus de Jan Hrebejk, conocido en nuestro país por Lo mejor de nosotros.
De inmediato entramos en clima, un aspecto gris, atrasado en el tiempo, un aura triste. Estamos en 1983 pero parece, desde la mirada occidental, que fuesen varias décadas más atrás.
El comunismo controla cada aspecto de la vida de los ciudadanos de ese país, y en las esferas de poder prima la corrupción, aunque pocos lo puedan expresar.
Hrebejk hilvana un relato simple en varios planos, con hechos que suceden en paralelo y flashbacks que otorgan dinamismo a algo que, de otro modo, se asemejaría más a una obra teatral.
Una reunión escolar, organizada por la directora y vicedirectora de un colegio de educación primaria, convoca a todos los padres del grado para debatir sobre el futuro de una maestra, Mária Drazdechová (Zuzana Mauréry).
¿Cuál es el problema con la camarada Drazdechová? La mujer toma lista de los nombres de todos sus alumnos, pero también de la profesión de los padres de cada uno. Luego mantiene encuentros con ellos en los que, básicamente, intenta sacar ventaja de esas profesiones a cambio de “darles una ayuda” con las notas a sus hijos. También se aprovecha directamente de los chicos haciéndoles cumplir quehaceres en su casa, tales como mandados o limpiar los pisos. Ante esto, decir que es capaz de gritar y hasta levantarle la mano a algún alumno, ya suena a obviedad.
¿Cómo es capaz María de hacer eso? Es viuda de un soldado, y presidenta del Partido Comunista de la comuna; lo que la convierte en alguien intocable, inamovible. Si hasta la directora y vice le temen.
Micromundo corrompido:
En la reunión escolar, los padres deben firmar una nota de queja que obligaría a Drazdechová a abandonar su cargo. Pero no todos están de acuerdo. Algunos por temor, otros por conveniencia.
Hay un hecho sucedido con una alumna, a la que hostigó por demás, que llevó el asunto al límite. Pero aun así no será fácil alcanzar la mayoría para que la maestra termine con su régimen. A través de una serie de flashback iremos viendo cómo María actuó con cada uno de ellos.
Hrebejk utiliza el tono de comedia satírica para darle marco a un relato en el que no costará hallar analogías. Esta maestra simboliza mucho más que una autoridad escolar, al igual que ese variopinto grupo de padres.
Hablamos de un país gobernado por autoridades corruptas y un pueblo que debe decidir si se une para ponerle un fin, o sigue mirando su propia ventaja individual.
Hace unos cuantos años existió una explosión del cine checo, reconocido por sus temas sociales y su mirada aguda. La maestra responde cómodamente a esa tradición.
Su estructura es dinámica, jamás aburre, y se mira permanentemente con una sonrisa y una exclamación de asombro. Sin embargo, habrá que saber que Hrebejk no creó un film que se abre a la polémica. Su postura es clara y no da lugar a medias tintas ni dobles interpretaciones. Están los tiranos y los sometidos, los corruptos y los que soportan aunque aguardan la revolución en silencio.
Esta postura tan marcada, por lo menos desde el afuera, no le permite crecer más de lo que pudo con los logros formales alcanzados.
La fotografía y la ambientación de época son sumamente detallistas y elevan al film a un nivel de categoría, más allá de su sencillez. La brillante interpretación de Mauréry, acompañada por sólidos trabajos tanto de los adultos como de los niños, completan un cuadro más que digno.
Conclusión:
La maestra toma el caso puntual, la anécdota, por el todo. Es mordaz, inteligente, y se estructura detrás de un guion sin fisuras. No obstante, su falta de apertura hacia otras opiniones, o un abanico más grande de posiciones intermedias, enfrían parcialmente el contundente mensaje que trata de enviar.