La maldición de la casa Winchester: No hay terror más grande que la culpa.
“Mi alma es demasiado débil; sobre ella pesa, como un sueño inconcluso, la espera de la muerte“.
John Keats
Los jóvenes directores que supieron sorprendernos con su ficción temporal “Predestination” (2014) encaran esta vez una historia que muchos afirman está basada en hechos reales, que convalidan con evidencias fílmicas y fotográficas, y aseguran continua sucediendo a pesar de haber iniciado su oscuro periplo a principios del siglo veinte. La historia de la mansión de la viuda y heredera del imperio armamentístico Winchester; Sarah Lockwood.
Si ahondásemos en la historia propiamente este artículo se haría demasiado largo, así que resumiremos todo lo posible: En 1880 el magnate de las legendarias armas, murió de tuberculosis dejando a su esposa la fabulosa herencia de 20 millones de dolares, más un ingreso de mil dolares diarios. Esta fue la segunda muerte que impactó en su vida, la primera había sido su pequeña hija a poco de nacer. Logrando esto convencerla de que su familia estaba maldita. Es entonces cuando comienzan las leyendas; algunos dicen que consultando una medium esta le confirmó sus suposiciones, además de recomendarle mudarse al oeste y comenzar a construir una casa, una que le traería paz a sus muertos y los espíritus de los que habían sido asesinados por la celebre arma. La mansión que comenzó a construir en 1884, nunca dejó de crecer hasta su muerte en 1922. Un detalle bastante interesante en nuestro periplo es, según wiki, “… en la construcción de la casa el número 13 se repite varias veces. Escaleras con 13 escalones, 13 ganchos en el armario de Sarah (su sobrina), 13 agujeros en las coladeras de las duchas, candelabros para 13 velas, etc. Se dice que también su testamento estaba dividido en 13 partes. En honor a esa extraña costumbre, cada vez que hay un viernes 13 se tocan las campanas 13 veces a las 13:00 horas“.
Los Spierig Brothers y Tom Vaughan tomaron esta historia para dar rienda suelta a una imaginativa narración de fantasmas y millonarias excéntricas, que terminó colocando al film en ese generalizado espacio de terror gótico de facilona manufactura. Aun teniendo en su elenco a dos figuras que pudieron aportar mucho más a los personajes como son Helen Mirren, la viuda dueña de la laberíntica mansión y Jason Clarke, el médico que deberá examinarla a pedido de los socios de la firma, optaron por el resumen plano y remanido que desde el comienzo el espectador supondrá oído en alguna parte, como si de un Déjà vu cinemático se tratara.
Convencional de principio a fin, intentarán que el publico sienta la aventura a través de los, ya cansadores, jump scare. Todo esto a una velocidad casi de film de acción, sin dejar reposar la historia, sin permitir que el misterio pueda macerarse en la duda, en la posibilidad de un trhiller psicológico, de un estudio sobre como el terror humano puede generar también un retorcido relato sobre la culpa. Porque en definitiva de esto va “La maldición de la casa Winchester“, sobre el recriminamiento y el terror de saberse maldecido por las propias acciones, o en este caso por las de quien amamos. Ser cómplice de atrocidades también es ser reo de los hechos. En esto la actriz logra una interesante y oscura aproximación, dotando a la anciana Sarah Lockwood de ese aire cansino que todo sujeto sabio de los derroteros del destino impuesto articula; uno que se sabe parte de un terror, que lo vivencia y atestigua. Contrariamente al personaje de un comprometido Jason Clarke, quien en realidad lleva una torturada existencia por las parecidas causas.
Puede que cierto halo impregne el film; una patina en los filtro y decorados de las viejas películas de la Hammer Productions, que el plot twist genere alguna empatía, pero a esa altura del film, cuando el espectador ya ha comprendido que los fantasmas existen es redundante y poco atractivo. Es sorprendente que quienes lograron una acabada y pequeña moraleja sobre la existencia en Predestination, puedan haber caído en tan redundante puesta, que utiliza el método de tal genero, el terror, sin atreverse a más.