Variaciones sobre lo mismo.
El Universo Cinematográfico impulsado por James Wan para New Line Cinema/ Warner Bros., a partir de la notable acogida de crítica y público que tuviera El conjuro (2013), agrega con La Maldición de La Llorona (2019) un nuevo título a una saga que sólo levanta vuelo cuando detrás de cámaras se encuentra el realizador de Aquaman (2018) y aquella original primera entrega de El juego del miedo (2004). Tanto El Conjuro como su secuela, estrenada en 2016, deslumbraron a los admiradores de esta clase de relatos por el ingenio y la gran variedad de recursos que manifestara en su puesta en escena el malayo creador de La noche del demonio (2010). Wan sabe obtener el máximo rédito explotando con talento un minimalismo muy propio del género, aunque pocas veces tan aprovechado como en su obra. Con los filmes que vinieron tras el éxito de aquella posesión que narrara El Conjuro, la caída resultó indisimulable: la falta de buenos guiones sólo puede maquillarse con grandes directores. Michael Chaves, que debuta en el largometraje con La Maldición de La Llorona, no es uno de ellos y su película aporta un eslabón muy débil a esta hábil cadena comercial que pese a los altibajos continúa proporcionándole millones de dólares a sus responsables.
Tanto Annabelle (2014) y su secuela Annabelle 2: la creación (2017) como La Monja (2018) intentaron darle un mayor desarrollo a esos personajes que causaran tanto impacto en sendas entregas de El Conjuro. Empero, no lograron replicar en un largometraje la sensación generada en el público en los escasos minutos de pantalla que tuvieran la muñeca y la religiosa (tan parecida a Marilyn Manson ella) en su primigenia aparición en la gran pantalla. La Maldición de La Llorona cuenta con una muy breve aparición de Annabelle, aunque tan forzada que resulta injustificable. Se entiende: quisieron dejar explicitado que coexiste en el mismo universo que el resto de los personajes de la película sin que se les caiga una idea sobre cómo hacerlo. Y ése es uno de los problemas que James Wan y su equipo no han logrado superar hasta el momento: no existe un conocimiento profundo del género de terror, apenas la implementación de fórmulas probadas que se quedan en la cáscara más superficial convirtiendo a esta serie de filmes en un descartable use y tire.
La leyenda de La Llorona cuenta con su propia versión en varios países, pero esta vez el guión de Mikki Daughtry y Tobias Iaconis adapta básicamente la mexicana que asume la figura de un espectro doliente por toda la eternidad por haber matado a sus hijos como venganza a su marido infiel con el intolerable arrepentimiento posterior. En el filme de Michael Chaves esta presencia sobrenatural se cruza en el camino de la asistente social Anna (Linda Cardellini), viuda de un policía y con dos hijos pequeños, luego de un intento infructuoso por ayudar a otra madre (la actriz de La Momia, Patricia Velásquez) cuyos niños terminan siendo víctimas de ya sabemos quién. La película no tiene una historia que la sustente mínimamente ni tampoco personajes atractivos como para compensarlo. Con respecto a La Llorona en sí, queda la sensación de que no supieron integrarla de la mejor forma al guión. Quizás por esa visión sesgada propia de los estadounidenses a quienes se les escapan las sutilezas del folclore mexicano… o quizás por algo mucho más sencillo como la falta de inspiración.
El último acto de La Maldición de La Llorona apuesta por la unidad de espacio para concentrar el suspenso y jugar a fondo las cartas de las que disponen. El lugar elegido es la casa de Anna con La Llorona atacando una y otra vez. El equivalente al sacerdote, médium o especialista en lo paranormal de turno es el ex cura Rafael (Raymond Cruz), quien en primer término no quiere ayudar a la pobre mujer para acceder luego sin oponer mucha resistencia. Caso contrario no tendríamos un clímax, ¿verdad? En este tramo final Michael Chaves saca de la galera todos los trucos que conoce para asustar… fracasando casi en su totalidad. A diferencia de James Wan, no hay aquí auténtica creatividad sino sólo la aplicación mecánica del sobresalto audiovisual que está a años luz del terror psicológico quedándose en la comodidad del copy/paste más ramplón. La Maldición de La Llorona no asusta, no emociona y no entretiene. A lo sumo se la puede tomar como un déjà vu de tantas otras producciones igualmente limitadas que al menos tuvieron el mérito de haber llegado antes.