El universo terrorífico de James Wan se sigue expandiendo y esta vez suma folklore latinoamericano a la ecuación.
El universo terrorífico de Warner Bros. se sigue expandiendo e interconectando de alguna manera. Si bien “La Maldición de La Llorona” (The Curse of La Llorona, 2019) no tiene relación directa con “El Conjuro” (The Conjuring, 2013) y los Warren que iniciaran todo, logra vincularse y convencernos de que, acá, todo tiene que ver con todo. El debut cinematográfico de Michael Chaves no deja de ser una historia de sustos genérica, pero trae consigo una novedad muy anclada a la coyuntura hollywoodense.
La inclusión y diversidad de que la que tanto se habla (no como moda, sino como cambio sociocultural y económico dentro de la industria), acá transciende las caras que aparecen delante de las cámaras -o en su defecto, detrás- para meterse de lleno en el folklore y las tradiciones latinoamericanas, no siempre reconocidas más allá del ámbito local. James Wan, uno de los productores y artífices de este universo extendido, se hace eco del “otro”, y dejando lo casos reales y sus propias creaciones terroríficas a un lado, prueba suerte con este mito originario de México, muchas veces considerado un cuentito para asustar a los más chicos.
“La maldición de La Llorona” arranca en el país azteca muchos siglos atrás para ponernos en contexto y mostrarnos donde nació esta leyenda. Inmediatamente, nos traslada a la ciudad de Los Ángeles a principios de la década del setenta, donde Anna Tate-Garcia (Linda Cardellini), viuda y trabajadora social, hace lo que puede para criar sola a sus dos hijos. La señora parece estar desbordada entre la casa y el trabajo, pero igual quiere encargarse de esos casos que ya tiene asignados. Entre ellos, el de Patricia Álvarez (Patricia Velasquez) y sus dos pequeños, una madre sin ayuda como ella, que debe hacer buena letra para mantener la custodia.
Lo que encuentra al llegar a la casa de los Álvarez parecen ser extrañas señales de abuso infantil y, sin entender lo que la madre y los chicos tratan de explicarle, a Anna no le queda otra que separar a Patricia de sus hijos. La tragedia no se hace esperar, y pronto empiezan a acumularse diferentes situaciones que Garcia ya no puede entender del todo. Su falta de fe choca de frente con las costumbres de Álvarez y su comunidad, convencidos de que esta es una intervención de La Llorona, un alma en pena que tiempo atrás asesinó a sus propios hijos y ahora persigue (y se apropia) de otros pequeñines para llenar ese vacío.
Después de que sus propios chiquitines, Samantha (Jaynee-Lynne Kinchen) y Chris (Roman Christou), comienzan a sufrir los efectos de esta maldición que persigue a la familia, a Anna no le queda otra que buscar ayuda “profesional”, primero en el padre Perez (Tony Amendola) -sí, el mismo que tuvo que lidiar con la poseída “Annabelle” (2014) y quien liga esta película al universo ya establecido-, y después con Rafael Olvera (Raymond Cruz), un chamán que abandonó la religión convencional para bucear en estos asuntos más oscuros. Así descubren que La Llorona se encaprichó con ellos y que no va a parar hasta lograr su objetivo.
Esto es lo que tiene para ofrecer “La Maldición de La Llorona”, un relato bastante convencional que nunca logra escapar de los lugares comunes del género, pero expande su “temática” más allá de los clásicos mitos norteamericanos y europeos. Por lo demás, la historia escrita por Mikki Daughtry y Tobias Iaconis -los mismos responsables de “A Dos Metros de Ti” (Five Feet Apart, 2019)- es un tanto frustrante cuando vemos a los adultos y los niños actuar de manera tan estúpida e irresponsable.
Creer o reventar
Los productores (y ejecutivos de los estudios) saben que estas pequeñas historias de terror -con presupuestos bastante acotados- cumplen con sus mínimos estándares e igual logran llenar sus arcas, porque los sustos siempre funcionan entre la audiencia, más que nada, adolescente. Apuestas de escaso riesgo de las que nadie espera nada más allá del entretenimiento, mucho menos que vengan a sacudir el género. De ahí, la previsibilidad y poco entusiasmo en los detalles que tiene esta película, más enfocada en sus “jump scares” que en delinear una narración interesante que sume con estas leyendas y contexto latinoamericanos.
Imposible empatizar con esta familia donde los chicos son tan sonsos y los grandes no indagan un poco más cuando las cosas a su alrededor resultan tan extrañas. Ok, podemos culpar al raciocinio de gran parte de los protagonistas, pero cada cliché y decisión mal tomada van derrumbando el universo intrínseco que quiere construir “La Maldición de La Llorona”. Un mundo que se sostiene hasta ahí por lo eficaz de su puesta en escena y reconstrucción de época y algunos momentos de la “criatura” terrorífica, pero al cual se le ven los hilos cada vez que cae en esos lugares comunes que conocemos de memoria y podemos anticipar sin mucho esfuerzo.
Cardellini está lejos de ser una gran madre sufrida, a los pibes queremos que le pasen cosas feas y Olvera no logra entrar en nuestro ranking de “curitas” buena onda. El humor que maneja la película siempre queda fuera de lugar (no vamos a pretender que aprendan de Jordan Peele) y nunca ayuda a liberar las tensiones del momento, justamente, porque esas tensiones nunca llegan. Aplaudimos el entusiasmo de Hollywood por bucear en el folklore latino, pero poco sirve si es sólo un vehículo para una mediocre historia terrorífica.