LLANTO DE DOLOR, SEÑAL DE TERROR
La leyenda mexicana de La Llorona vuelve, esta vez de la mano de Michael Chaves (quién estará a cargo de la dirección de la tercera entrega de El conjuro). Esta nueva adaptación al cine aprovecha varios aspectos de este personaje tan peculiar. Sin embargo, al igual que pasó con La monja -la anterior película de los creadores del exitoso universo-, el personaje es mostrado en reiteradas veces a cuerpo completo, agotando así el recurso del terror que puede causar.
Al comenzar, la película nos lleva al siglo XVII, momento en el que se sitúa esta versión de la leyenda de La Llorona. Una mujer mata a sus hijos en el río y luego se ahoga, espantada y dolorida. Así es como ella queda expectante de recuperar a sus hijos, capturando y matando niños, tratando de suplir su deseo y, al no poder lograrlo, volviendo a realizar esto con otros. Luego, La maldición de La Llorona nos sitúa en 1970, en Los Ángeles, donde vemos a una trabajadora social y sus dos hijos acechados por este fantasma.
Un punto a favor que logra capitalizar el film es lo controvertido del personaje de La Llorona. Da miedo por sus actos y aspecto, pero también genera compasión desde su lamento. Un ejemplo de esto es la canción de cuna que aparece cantada por ella durante el film: contempla esa brecha entre un amor genuino y un próximo final escabroso. En la misma sintonía es que encontramos a La Llorona peinando a la nena que luego querrá captar o mostrándose con su rostro original lleno de lágrimas antes de atacar. Estos detalles marcan la contradicción que integra a esta mujer y la posicionan como un fantasma mucho más complejo que otros.
La estética del personaje es ciertamente atractiva, aunque bastante parecida al maquillaje que se le otorgó a La monja, pero al igual que este film, el abuso de su aparición la vuelve menos terrorífica. Al poder apreciarla reiteradas veces, se estropea el impacto. El vestuario, por su parte, compuesto por un vestido de novia, se constituye en un recurso interesante, ya que mantiene una tela parecida a la de las cortinas y genera la posibilidad de encontrarla en cualquier parte del hogar.
El mayor reproche que se le puede hacer a La maldición de La Llorona es recurrir siempre a fórmulas que ya son un cliché en las películas de terror: las apariciones repentinas, los sótanos, los objetos que se mueven y las puertas que se abren son algunos de los elementos que retoma el film. Pero la tradición mexicana, que toma un papel preponderante en la película, le otorga un estilo distintivo, tornándola más mística y con un vínculo más estrecho con lo paranormal.