Los mitos y las leyendas urbanas no hacen más que perder poder de creencia y/o convencimiento cada vez que Hollywood les echa una mirada con la única finalidad, la vista específica y únicamente en la taquilla.
Y los que somos devotos de James Wan, el director, guionista y productor que dio a luz El juego del miedo y luego a El conjuro poco a poco empezamos a perderle sino el respeto la confianza.
No es todavía para retirarle el saludo.
Pero cada spin-off de El conjuro fue peor que el otro –y prepárense porque se viene Annabell 3-, y ahora con La maldición de La Llorona repite el esquema –aquí sólo produce- que en pocas palabras se traduce en figura fantasmagórica asusta a chicos y grandes desprevenidos desde el más allá por lo general de noche.
Hartos ya de que los monstruos ataquen más en casas que en departamentos, La Llorona en México (de allí proviene la leyenda) se entera de que su marido la engaña, y decide quitarle lo que más quiere. No es el fútbol, ni el tequila, sino sus hijos, a los que ahoga en un riacho.
A partir de entonces la mujer, a la que apodan La Llorona porque pena por sus hijos, se dedica a buscar otros vástagos.
Y llega a los Estados Unidos, mucho antes de que Donald Trump soñara con el muro. Hay una asistente social Linda Cardellini, de Bloodline, por Netflix) que es madre soltera porque su esposo, oficial de policía, falleció, que tiene un caso entre manos. Una latina tiene encerrados a sus dos niños bajo llave. Le pide a Anna que les de una noche más. Pero -siempre hay un pero- los liberan, los mandan a una suerte de orfanato y no va a ser que La Lorona se los lleve y ahogue en el río.
Pero como Anna no tiene con quién dejar a los chicos –son los años ’70 imagínense si fuera hoy- La llorona los ve cuando Anna acude al río a ver qué pasó.
Y lo que va a pasar todos ya lo sabemos.
Wan interrelaciona esta trama con la de El conjuro (el cura Pérez es el mismo de Annabelle). Chavez dirigirá El conjuro 3. Mamita.
Tal vez no hay sido un chiste premeditado, pero que el curandero que se ponga la lucha al hombro contra La Llorona se llame Rafael… como el cantante español, que cantaba Llorona, no sabemos si es un guiño, otro bache kitsch u obra de La llorona.
Vaya uno a saber. O no.
En fin, igual que uno se pega unos bueno sustos, por esto de que los personajes hacen lo que uno nunca haría, como ir a ver qué pasa solos, o hasta salir a buscar una muñeca afuera cuando La llorona los está esperando.
El que avisa no traiciona, y La maldición de La Llorona tiene todo eso que hoy poseen lo blockbusters de terror. No le pidan originalidad, ni historia ni entramado que sostenga el suspenso.
Y a llorar a la Iglesia.