Alyson (Jennifer Mischiati), su marido Richard (Christoph Hülsen) y su bebé Seth se mudan a la casa heredada por Alyson en el medio del campo luego del suicidio de su padre (David White), sin tener relación con él desde hace tiempo y con el peso de una madre Susan (Duné Medros) afectada por problemas psíquicos. En la casona comprueba, luego de algunos sucesos perturbadores, que hay una maldición generada por el fantasma vengativo de Mary (Francesca Albanese), la novia de su abuelo que él mismo mató. A Alyson se la ve frágil, muy apegada a su esposo, tanto que le pide que no viaje cuando debe hacerlo por negocios. Se queda sola, muy a su pesar, en esa enorme mansión y su bebé desaparece, lo que la obliga a pedir ayuda. Primero intenta con el Padre Elbert (Sean James Sutton) quien ya había ayudado a la familia en el pasado, pero ahora se niega a hacerlo, por lo que decide buscar al psíquico Dave Owen (Douglas Dean) quien sí acepta el reto de bucear en un mundo oscuro del que deberá traer a su hijo de regreso. La película dirigida por Francesco Picone, también autor del guion, no ofrece nada nuevo, predecible por momentos, no hay un buen desarrollo de cada uno de los personajes, y el suspenso no aparece. Nunca. Las actuaciones son débiles, ni siquiera se ve una química real entre la pareja protagónica y tiene otra gran contra: se ve poco natural una película filmada en Italia y hablada en inglés. Otra más de mansiones y fantasmas.