De un director de dilatada trayectoria como Beda Docampo Feijóo, el último producto cinematográfico que habíamos conocido de su autoría fue “Francisco, el padre Jorge” (2015), sobre la biografía de Jorge Bergoglio, interpretado en aquella ocasión por Darío Grandinetti. Un lustro después, regresa a la gran pantalla con “La Maldición del Guapo”, una coproducción argentino-española rodada enteramente en España.
La imprevisibilidad de una película de estafadores donde nada es lo que parece suele siempre aportar ingredientes atractivos a la mirada de todo espectador. Los giros del final y estirar la sorpresa más allá de lo previsible, son siempre bienvenidos factores que tuercen aquello que se espera del argumento, de antemano. Un mandamiento o ABC ineludible, que todo buen film que alimente la tradición de este subgénero debe cumplir a rajatabla. Pistas sembradas, a medida que avanza la historia, nos permitirán descubrir como se ingenia cada personaje para conseguir sus deseos y objetivos, aunque se trate de deslizarse en las fronteras de la ley y la moral, proveen a “La Maldición del Guapo” un encanto innegable.
Un aire de cine clásico, desde la comedia con emociones de “El Apartamento” de Billy Wilder a la química exhibida por Paul Newman y Robert Redford en “El Gran Golpe”; sin dudas se erigen como notorias influencias en el bagaje cinéfilo de Docampo Feijóo. El film nos presenta un esquema argumentativo y de relaciones entre personajes a la manera de espejos engañosos de sus intenciones, parábola que remite a una estructura de muñecas rusas que el género ha convertido en mentada. La estafa sucesiva y personajes que se engañan a sí mismos poblarán la trama. Sin embargo, se trata de personajes queribles en su debilidad y en la ceguera que éstos poseen con respecto a la realidad que los circunda. Tropiezos y frustraciones que incitan a la complicidad del espectador, evidentemente.
La dificultad de rendir honor al género de comedia de acción, como porción de ficción universal que cuenta tramas emocionales de absoluta empatía, forma parte del acervo cultural cinéfilo al que el realizador busca rendir homenaje. Imposible resulta no pensar en un epítome del cine argentino del nuevo milenio: “Nueves Reinas”, de Fabián Bielinsky. Meternos en la piel de un ardid delictivo, calzarnos el incómodo traje amoral de un disfraz. Salir airoso de una estafa ausente de violencia o derrochar la elegancia del artista de guante blanco, sin crueldad. Estar a la altura de semejante listón no resulta un desafío menor.