Espíritus que dan pena
En estos tiempos en que casi todo se trata de ser o no ser hater, en una vorágine medio tarambana de motes simplistas que tratan de ser irónicos e ingeniosos usualmente sin lograrlo, me pregunto qué lleva a hacer producciones como La maldición renace, de Nicolás Pesce, una película que procura ser un cierre (o un renacimiento para exprimir nuevamente la historia hasta que no sea posible sacarle más jugo) pasando por todos los casos diferentes que se han sucedido a través de las diferentes entregas.
La película no tiene ni pies ni cabeza, es aburrida, no aporta nada más que malos sustos sumamente obvios, cae en recursos remanidos y de tan mala calidad que realmente no puede creerse que alguien con experiencia haya pensado que esta idea era una buena posibilidad comercial. Pero bueno, donde manda capitán no manda marinero y se lanzaron a filmar esta película absolutamente olvidable que si pasa a la historia por algo seguramente va a ser por no aportar nada nuevo ni a la franquicia ni a la historia del terror mundial.
No hay mucho más que decir que parece que se olvidan que no solamente funciona el boca en boca como siempre lo ha hecho, además es posible acceder muy rápidamente a material previo o complementario, de modo que una producción tan pobre no tiene posibilidades de pasa, con suerte y presión, de una a dos semanas en sala, sobre todo en una época en que si bien ciertas entregas de terror son más pobres que antaño, más público se acerca a opciones del género y no acepta cualquier material mal estructurado o de pésima factura, como es este el caso.
Para resumir (y que puedan ahorrarse el mal trago), el tiempo es demasiado valioso para perderlo viendo esta pobre, pobrísima pretensión de terror que nada más provoca risas. Y preguntas. Muchas preguntas.