Reinicio de una saga de terror que pretende acercarla a nuevos públicos.
Primero fue la película japonesa Ju-on (2002) y sus secuelas. Luego la adaptación norteamericana, The Grudge y las suyas. Once años después todo vuelve a comenzar.
Los carteles en el comienzo nos cuentan de esa ira que queda flotando en el aire tras una muerte violenta y que necesita un cuerpo donde instalarse. El prólogo ya nos plantea que el terror se trasladará de Oriente a Occidente con esa mujer que ve cosas en el callejón de la casa que está dejando atrás para volver a su hogar en EE.UU. Cuando lo haga se desatará la tragedia.
La película sucede en 2004 cuando una mujer policía con su hijo pequeño se mude a un pueblo del interior para mitigar el dolor tras la pérdida de su esposo por un cáncer. Como recién llegada, será su mirada la que le permita al filme “contar(nos)” lo que fue ocurriendo en esa casa ahora endemoniada.
La maldición renace cumple con todos los clisés del género. Lo que al principio llama la atención, comienza a perder fuerza al desarrollar varias historias saltando en el tiempo y utilizando los flashabcks anticlimáticamente. Golpes de efecto, música anticipatoria, personajes estereotipados, gore, son los recursos a los que se echa mano, mientras desaprovecha a un elenco (Andrea Riseborough, Demián Bichir, Lin Shaye, Jacki Weaver, William Sadler) que hace lo que puede, y no le alcanza, con el guion.
Nada atrapa y todo se vuelve aburrido y, a veces, hasta irrisorio. Y por si fuera poco, el film apuesta a dejar puertas abiertas para que haya secuelas.