Que el cine nacional produzca una digna película de animación en 3D ya es una buena noticia. A La máquina que hace estrellas se le podrán hacer -con absoluta justicia- varias objeciones y cuestionamientos, pero se trata de un film que aborda la ciencia ficción para chicos con recursos narrativos honestos y con un más que aceptable acabado técnico. Esos atributos, ese cuidado por el producto final, podrían resultar méritos menores en Hollywood, pero en el contexto actual de la industria audiovisual argentina es un hecho para festejar.
La propuesta de Esteban Echeverría tiene como protagonista casi absoluto a Pilo, un chico extraterrestre que vive con su madre (su padre ha desaparecido) en una pequeña casa ubicada en uno de los asteroides del cinturón que rodea al planeta Ankj. Obsesionado con las estrellas y el universo, nadie parece prestarle demasiada atención, con la excepción de su abuelo, que le cuenta cada noche historias respecto de la existencia de la máquina del título.
Road movie
Cuando las estrellas empiezan a desaparecer, Pilo iniciará un largo periplo para encontrar el mencionado artefacto y recuperarlas. En esta suerte de road-movie intergaláctica y viaje iniciático de despedida del mundo infantil para el ingreso en la adultez, nuestro (anti)héroe contará con la ayuda de un destartalado robot (personaje que no alcanza a funcionar del todo bien como el comic relief del relato) y se encontrará con seres amigables y otros no tanto.
Sin entrar en comparaciones odiosas e injustas con producciones hollywoodenses, la animación se luce bastante y los efectos estereoscópicos no son demasiado espectaculares, pero tampoco abruman. El problema es que, una vez planteado el conflicto e iniciado el viaje, la narración se estanca un poco y no resulta del todo atractiva, pese a que en tiempo neto el film apenas supera los 65 minutos. Un trabajo más minucioso e intenso sobre el guión, los personajes y el humor hubiese beneficiado seguramente el resultado final.
De todas maneras, como quedó dicho, La máquina que hace estrellas tiene algunas buenas ideas, pasajes de gran belleza y un respeto por el espectador que aquí no abunda y que la convierten en un film para imitar, en un mojón para luego seguir avanzando dentro de un género que, como el de la animación para toda la familia, es uno de los favoritos del público.