Cuéntame cómo pasó
Regla de oro del cine de terror: cuando una franquicia se extiende mucho más de lo necesario y fagocita las resurrecciones de su antagonista, siempre queda el recurso de la precuela. Casi cantado que será el germen del mal que originó toda la mitología previa.
El loco de la motosierra quedó en la ideología popular (aunque lejos está de ser verdad) como el primer slasher de la historia del cine allá por 1974. A partir de entonces, se tomaron unos doce años para la primera secuela y comenzaría un lento descenso como una de las ¿sagas? más maltratadas de la historia del cine de terror.
Maltratadas no porque todas sean malas, sino porque parece que -salvo rara excepción- ninguno de los que encara una película vio la(s) anterior(es), por lo que encontrarles una ilación general, cuesta.
Leatherface, el villano principal, fue cambiando de edad y sobre todo de origen; y hasta cuenta con diferentes reboots que también funcionan como secuelas. En fin. Siendo benévolos, hasta esta nueva entrega ya contaba con tres orígenes diferentes. Ahora, tal como reza el título La masacre de Texas: El origen de Leatherface, le agrega uno nuevo. ¿El definitivo? Ni lo sueñen.
Sin embargo, La masacre de Texas: El origen de Leatherface sí agrega un elemento nuevo dentro de esa historia iniciática: “Leatherface” aquí es un adolescente. Es la historia de Leatherface antes de ser Leatherface, ¿podría ser una precuela de las precuelas? Ya me perdí. O sea que básicamente es un film de Leatherface sin Leatherface.
Loquitos en fuga
Con dirección de los franceses Alexandre Bustillo y Julien Maury (conocidos por el filme de culto de frenchgore À l’intérieur ), y guion del ignoto Seth Sherwood, en realidad La masacre de Texas: El origen de Leatherface comienza contando la historia de Jackson, un niño que en un confuso episodio es encerrado en un hospicio psiquiátrico. Allí conoce a otros reclusos “con problemas”, Ike, Clarice, y Bud.
Luego de un período en el que la personalidad de todos se va formando, deciden fugarse. Para eso terminan secuestrando a la joven enfermera Lizzy, que un poco les teme, un poco los ayuda.
Los cinco emprenden la huida y son perseguidos por el comisario Hartman (Stephen Dorf, devaluadísimo), un hombre que busca venganza por la muerte de su hija a manos de la sádica familia Sawyer.
Paralelamente también conoceremos la historia de los Sawyer, con Verna (Lili Taylor, que actúa excelente hasta en estas cosas) la psicótica matriarca que algo tiene que ver con uno de los niños internados en el hospicio y fugado.
¿Por qué tanto hermetismo alrededor de clarificar los lazos? Porque como si esto fuese una versión Clue de La masacre de Texas, el guion intenta que no sepamos a ciencia cierta quién de ellos será Leatherface: nos indican que es uno, pero puede ser otro, y así hasta la vuelta de tuerca que solo puede sorprender al que estuvo más tiempo mirando al celular que a la pantalla.
El asesino que no quería matar
Una de las razones por la que esta franquicia a cambiado tanto su historia y su clima entre las ocho entregas, es el cambio de productores. Cada uno parece venir con una idea diferente.
En el 2003, cuando Michael Bay y su Platinum Dunes tomaron las riendas, parecía que querían llevar las cosas otra vez a un gore 2.0, y así lo hicieron durante dos (decentes) entregas, inicio propio incluido.
Pero otra vez la cosa cambió de manos y desde 2013 (el film anterior a este, La masacre de Texas: Herencia maldita) parece que están emperrados en decirnos que en verdad Leatherface no es tan malo, que es más bien un incomprendido que mata porque lo llevan a matar.
Sin llegar a ser el esperpento que fue ese film de 2013, La masacre de Texas: El origen de Leatherface(que a su vez borra de su historia al anterior), también recae en los problemas que conlleva ese asunto. A Leatherface (casi) no lo vemos, hay confusión entre buenos y malos, hay menos gore y terror de lo que querríamos de esta franquicia, y los personajes sinceramente nos importan bastante poco. No obstante, Bustillo y Maury se encargan de mostrarnos que ellos son buenos en lo que hacen, imprimiendo bastante ritmo y algunas escenas muy logradas (sobre todo en el primer tercio del relato, que promete mucho más de lo que los dos tercios restantes terminan dando).
La masacre de Texas: El origen de Leatherface es otra entrega de una franquicia que pide a gritos dejar de ser manoseada. Más allá de algunos momentos rescatables, reinan la confusión general y la idea de que si este film fuese independiente de la franquicia, hasta pudo ser mejor. Lástima que parecen gritos sordos: ya hay en marcha un nuevo film y hasta una serie de TV.