Casi 40 años más tarde, la saga de "La masacre de Texas" sigue viva. Los directores franceses Alexandre Bustillo y Julien Maury se hicieron cargo de desempolvar una de las franquicias más rentables del cine, pero no apelaron a una estética que pudiera captar la atención de las nuevas generaciones. Al contrario, se remontaron a la década del 50 y permanecieron fieles a la época en la que se desarrolla esta precuela. Quien haya seguido la saga no encontrará demasiadas sorpresas argumentales, con excepción de una explicación sobre el origen de la locura del protagonista. Y desde el primer minuto queda claro que en esa familia nadie puede esperar nada bueno del futuro. Bustillo y Maury dejan claro en esa secuencia qué puede esperar el espectador, pero no se rindieron al gore durante la hora y media que dura la película. Si bien la sangre y las escenas más cruentas están allí como ocurrió siempre, no se tentaron con secuencias extensas a la hora de las mutilaciones. Como consecuencia, "La masacre de Texas" tiene más suspenso que terror y también algo de drama al no soslayar las razones que determinan la transformación de un adolescente en un asesino fuera de control. Quizás el tratamiento del villano, y el trabajo del actor que lo interpreta, sea uno de los atractivos de este filme.