El impacto que produjo esta película en Tailandia generó muchas expectativas en torno a su distribución internacional. Se ha dicho que en su país de origen muchas de las proyecciones se hicieron con las luces encendidas para evitar que el público entrara en pánico. También tuvo buena respuesta en Corea del Sur (el guionista es Na Hong Jin, un especialista en cine negro que tiene una carrera destacada en ese mercado). Pero en el Festival de Sitges, un desafío importante para cualquier film de terror, la recepción fue un poco más tibia: en ese entorno exigente, los especialistas en el género detectaron rápidamente unos cuantos clichés y un cúmulo exagerado de referencias a títulos muy celebrados como El proyecto Blair Witch y Actividad paranormal.
Y es verdad que La médium trabaja alrededor del catálogo de recursos más comunes y trillados del found footage y las historias de posesiones, buscando provocar inquietud constante a través de una historia que despliega tres hilos narrativos: el documental etnográfico-fantástico alrededor de la figura de una médium que supuestamente conecta con una deidad, un segmento más cercano al thriller relacionado con su sobrina, que de pronto empieza a sufrir extraños cambios de comportamiento, y finalmente el ritual religioso destinado a expulsar a los espíritus malignos que provocaron esas alteraciones. Hubiera sido mejor relegar el menú de referencias y anclar en las tradiciones y las supersticiones de la cultura tailandesa para reafirmar la personalidad de un relato demasiado ocupado en los homenajes y los guiños.