La Medium se estrenó hace ya un año. Desde entonces sembró todo tipo de especulaciones, empezando por la fanfarria de haber sido proyectada con las luces prendidas en distintos cines debido a su aterradora naturaleza. Este tipo de estrategias de marketing existen desde los tiempos en que William Castle era el rey del susto en cada película que salía de su ingeniosa y mercachifle mente. Bueno, acá vamos a ver qué resulta de tan esperado film de horror, pero desde el comienzo, nada más alejado de la realidad, mi querido/a lector/a. El film es una banal muestra de cuánto hoy en día se quiere generar terror pero se ignora el cómo, además del poco interés por narrar decentemente una historia de miedo que está maldita desde el minuto inicial, cuando nos enteramos que va a durar más de dos horas… Dos horas donde literalmente no pasa nada interesante, el tedio reina y la inverosimilitud gana por goleada justamente en un subgénero (found footage, falso documental, etc) que hace lo imposible porque todo aquello que la cámara registra sea creíble, sin mencionar lo cansado que luce desde hace más de una década.
La Medium cuenta la historia de Nim, una médium experimentada y respetada que, en un ritual autóctono de un pueblo de Tailandia, ve cómo su sobrina comienza a tener extraños comportamientos para más tarde darse cuenta de que una entidad la acecha y posiblemente la haya poseído. Todo filmado en formato falso documental y con la intención de generar intrigas varias y sobresaltos asegurados.
En tiempos en que la invasión a la privacidad es dominio y consumo diario, la cámara en mano (desde The Blair Witch Project hasta estos tiempos) es un formato efectista y fácil de adquirir, no solo por su economía presupuestaria sino por su intención de acercarnos a la “realidad” lo más posible. Algo que el espectador menos exigente y colonizado por redes sociales varias (en su peor forma parasitaria de verlo) y cualquier forma de “acercarse” o “invadir” la vida del otro agradece. Es decir, el espectador al que le gusta una cercanía falsa, pero cercanía al fin, a cualquier situación de la vida cotidiana del otro. No por nada los reality shows funcionaron tan bien hace unos años. El cine clásico, inherentemente barroco y esteta, deja de ser interesante para un público que ve el artilugio de la camarita en mano como una reafirmación de lo real, cuando sabemos que el cine es ficción hasta en el documental más ortodoxo. El cine siempre es ficción porque quien está detrás la cámara (entiéndase director) es quien expresa su personal punto de vista de la historia o hecho que se quiere retratar. Aun así entendemos que hacer visible el dispositivo técnico nos hace a un lado de la fantasía y nos pone en la piel del que lo sostiene, casi como un detrás bambalinas.
La Medium utiliza esta formalidad para “acercarnos” a los hechos de la manera más real posible. Suponemos, claro. Pero lo que vemos delante de la lente es tan poco creíble, tan risible y sobreactuado, que las intenciones quedan sepultadas bajo secuencias que son una peor que la otra. Porque más allá de si genera miedo o no, algo que realmente NO hace al cine de terror (medir los resultados artísticos de una obra de este género por sus sobresaltos o momentos terroríficos es una de las peores suposiciones que se le puedan adjudicar), la película es aburrida y su ritmo, peor que el de las misas del canal Santa María. Sin mencionar los clichés en loop apilados en cada escena que reafirman cuánto de este cine ya debemos adivinar con los ojos cerrados. No confundamos lo ritualista de lo clásico, lo fundacional (si se quiere), con el cliché bruto de una obra poco original.
El director Banjong Pisanthanakun, realizador de la (ahora sí) escalofriante y muy lograda Shutter (2004) parece no haber entendido todo aquello aplicado a la película sobre fantasmas y fotografías, e impregna a La Medium de todos los malos hábitos de un tipo de cine que esperamos, si sigue así, desaparezca para volver revitalizado luego de años y años de reposo.
En Shutter el miedo era alimentado por su sombría puesta en escena junto a una historia trágica y oscura a la vez, construida en torno a personajes interesantes, más el plus de un final que ponía la piel de gallina. Todo en poco más de hora y media. Dos horas diez le dedica a La Medium para hacernos creer que una “buena” película de terror debe ser de ritmo pausado… bah, lenta y aburrida; que más.
Dos horas que se disfrazan de eternidad, y que de ser visionadas en cines pueden tentar una mortal siesta sin culpas más allá del precio salado de la entrada. Sin duda, de lo peor estrenado en este año.