“La Médium” se anunciaba como una de las películas de terror del año. Dirigida por Banjong Pisanthanakun, prometía con cambiar el concepto del género de terror contemporáneo. ¿Demasiada ambición? Las audiencias huyen despavoridas de la sala, señal que el producto asusta de modo genuino. O que no ha gustado para nada…Sea cual sea la resultante, corre por tu vida. Bien, entonces, se instala el interrogante: ¿por qué deberíamos verla? Bajo el formato de falso documental, esta coproducción coreana-tailandesa nos anima a sumergirnos en las profundidades de un misterio que esconde algo mucho más maligno que lo que su superficie sugiere. La cultura oriental nos brinda un trasfondo y un contexto enriquecedor para profundizar en el porqué de las situaciones históricas y sociales que albergan este tipo de fenómenos de posesión sobrenatural. Podríamos relacionar su lugar geográfico de origen con la habitual calidad y singularidad que posee dicha industria para producir films afines, sosteniéndose como una potencia indiscutible, a lo largo de los últimos cuarenta años, para un modelo genérico en exceso transitado y reiterativo. En “La Médium”, la narración va concatenando curiosidades varias, recurriendo, tanto al susto fácil como a la técnica del found footage, bajo la concepción estética de este tipo de producciones que busca hacer sentir el horror de la forma más real posible, siguiendo la senda estilística de artesanía old school que pudimos ver en sendas sagas “El Proyecto Blair Witch” o “Actividad Paranormal”. Rozando lo inverosímil, ciertas reglas del documental colapsan por puro morbo y amarillismo. Una atmósfera tensa, ambigua y pesada caracteriza a un irregular metraje que alcanza las dos horas de duración. Hay personajes que no admiten salvación alguna: veamos esta perturbadora pesadilla con las luces encendidas.