Engranajes de un juego de ficciones
En su último film, largamente postergado, el director de la entrañable, Nuovo Cinema Paradiso,nos propone armar una obra que se mira en el espejo de múltiples retratos. Una joya perdida en estos días de vacaciones con tanto cine pochoclero.
Frente a una cartelera que presenta el mega-estreno de la semana, Transformers-4, que se exhibe en diferentes formatos en más de quince salas, y que ostenta como consigna la palabra "exterminio", el tan postergado film de Giuseppe Tornatore, el undécimo de su filmografía (si incluimos uno de los episodios de La domenica specialmente del 91), merecedor de numerosos premios internacionales a lo largo del año pasado, La mejor oferta, sólo se puede ver en una única sala.
Si bien el film se viene anunciando desde hace casi un año -en Italia se estrenó en la primera semana de enero del 2013-, los distribuidores han debido pensar estratégicamente la fecha de lanzamiento; ya que en el espacio del tan promocionado pochoclero Hollywood de hoy es muy difícil encontrar un lugar. De pie, con su habitual público, el cine del Centro, a lo largo del año, nos permite seguir conociendo la cinematografía de diferentes países.
Con actores de diferente procedencia, hablada en inglés, la distribución de este admirable film está a cargo de Warner-Italia. Y su director, nacido en una pequeña localidad de Sicilia, en 1956, director igualmente de numerosos films de corte documental (entrevistas, revisión crítica del cine italiano), actuó como productor y montajista en algunos de ellos; particularmente en uno de sus favoritos, Una pura formalitá, una claustrofóbica obra de carácter teatral, que se inscribe en la misma antesala de un infierno, en una noche de lluvia, en la que magistralmente se enfrentan en un juego de rivalidades y sospechas dos singulares personajes, interpretados por Roman Polanski y Gerard Depardieu.
Hoy, a veinte años de este film, que no se estrenó en sala comercial en nuestro país y que sí pudimos conocer primero por la señal Europa Europa, y luego a partir del 2003 en DVD, podemos pensar una muy definida conexión entre ellos: La mejor oferta mira hacia el thriller psicológico y ambos se alejan radicalmente de los films ambientados en su tierra natal; tendiendo un puente con su film del 2006, La desconocida, un tensionante relato que se abre desde la figura de una joven inmigrante, que trabaja como baby-sitter, que paulatinamente comenzará a revivir situaciones traumáticas de un trágico pasado.
Ambientada en numerosas ciudades de Europa, La mejor oferta tiende, no obstante, a presentar la mayor parte de estos espacios desde una mirada fuertemente irrealista, alejada de toda paleta turística. Su construcción, que bien la podemos pensar como una obra de relojería, se nos propone como un puzzle, al que accedemos a participar temerosamente. La tendencia a una definida abstracción, que se va jugando desde las enfatizadas simetrías que caracterizan al personaje central, un tal Virgil Oldman, nos llevan a ubicar el film, simultáneamente, en un espacio alegórico.
Cómo es este personaje que desde sus hábitos y rituales, desde su declarada misantropía, desde sus conductas cotidianas, ligado al mundo del arte a partir de una historia de su infancia; unido al mercado de las subastas por una aparente conducta y al coleccionismo como acto de sublimación y posesión, comienza a descubrir una serie de indicios, que parten desde una voz sin rostro, que se refugian en un espacio de antiguos empapelados. Una voz que habita una casi olvidada mansión, protegida por altas verjas, que está frente a un perdido bar de una pequeña ciudad, que lleva en sí las cifras de ese propio destino, que está trazado en un mapa anterior.
Virgil Oldman, rol que compone con una exasperante sobriedad el talentoso Geoffrey Rush, el actor que reanimó a Peter Sellers, que protagonizó al mismo Marqués de Sade, que recreó a aquel compositor y músico tan particular en Claroscuro; sí, el mismo que interpretaba al maestro de este tímido y balbuceante personaje de la nobleza inglesa, su máxima figura, en El discurso del Rey, entre tantos otros roles, compone aquí un distanciado, irascible personaje, seguro de sí mismo, que poco a poco, ante esa llamada telefónica, comenzará a internarse en una laberíntica trama que se mueve entre los pliegues de la realidad y la apariencia; diseñada musicalmente, de manera cautivante e hipnótica, por el tan familiar compositor e intérprete, Ennio Morricone.
En la misma base de esta historia, que nos lleva a veinte años atrás, están aquellos catálogos que el mismo Giuseppe Tornatore recibía en su propia vivienda. Catálogos que anunciaban las próximas subastas de obras de arte, catálogos que lo llevaron a indagar en este universo en el que rigen las leyes de la oferta y la demanda. Esas obras de arte que, en el film, marcan un interesado vínculo con su amigo, Billy, rol que asume el siempre admirable actor canadiense, Donald Sutherland. Un enmascarado contrato de negociados y transferencias que revelan la silueta de nuevos simulacros, que se van redefiniendo desde las piezas mecánicas que el mismo Virgil Oldman irá encontrando a su paso.
Observamos desde ciertos elementos e indicios, en este film en el que tomamos parte activa, la huella de algunos realizadores, tales como Fritz Lang, Alfred Hitchock (de manera particular, Vértigo y Marnie) y Darío Argento, a partir de las atmósferas opresivas de sus primeros films. A medida que avanza el relato, entre subasta y subasta, la presencia de esa joven mujer, que materializa a aquella temblorosa voz, provocará un giro en este film, que se asume como un juego de representaciones, desde un escenario que se monta frente a nuestra mirada desde un guión que no deja piezas dispersas.
Pero, al mismo tiempo, en la resolución de este film sigue sobrevolando más allá de los diferentes escenarios que se han levantando y las cifras que se han ido acumulando, una expresión que moverá al personaje hasta quedar suspendido en una espera. Y es que la misma surge de esa otra voz, que nos recuerda mecánicamente que "siempre hay algo auténtico, oculto, en cada falsificación".