Para amantes del cine clásico
Giuseppe Tornatore brinda misterio y surrealismo en La mejor oferta.
La mejor oferta es el tipo de película que adoran los amantes del cine clásico, abandonado a las sensaciones y los sentimientos, sin pruritos de cursilería y con curiosidad por el ensayo de la exquisitez y la búsqueda de hallazgos sutiles bajo los gestos menos expresivos.
Sus cartas de presentación advierten algo de esto: fue dirigida por Giuseppe Tornatore (Cinema Paradiso), con música de Ennio Morricone, actuaciones de Geoffrey Rush y Donald Sutherland secundados por los jóvenes Jim Sturgess y Sylvia Hoeks; y ser la gran triunfadora en los Premios David de Donatello 2013.
Es la historia de Virgil Oldman, cuyo nombre parece haber marcado su destino. Hombre mayor que no asume sus canas, millonario solitario, jamás ha estado con una mujer.
Es un experto en arte y famoso agente de subastas que goza de gran prestigio en su profesión, pero guarda, detrás de varias puertas, una secreta debilidad por retratos de mujeres, damas de toda clase y fama, dadas a conocer a través de la mirada de otros hombres; cuadros que adquiere en las mismas operaciones que dirige, a través de un testaferro y falsificador. A diferencia de ese empleado-confidente, quien sostiene que todo, incluso las dolencias y el amor, se puede falsificar, Virgil dice que la copia se puede distinguir del original, en tanto todo artista se traiciona a través de alguna pincelada reveladora.
Un día, Oldman recibe la llamada de una joven que desea vender la colección de antigüedades heredadas de sus padres. Lo convoca a su hogar, ya que su fobia social le impide salir de su domicilio y mostrarse frente a otros.
Conforme este hombre y esa mujer avanzan en su trato, la vida de ambos experimenta varios cambios, incluso a la luz de los consejos de un joven que comparte con Virgil la fascinación por un autómata mecánico en reconstrucción.
Un velo de misterio y surrealismo cubre a esta narración. Cine de rara aparición en pantallas comerciales, se presenta como una experiencia intimista, que no evita la nostalgia.