Había muchas fichas puestas en La memoria del agua, la película de Matías Bize, sobre todo teniendo en cuenta el buen antecedente de su anterior trabajo (la multipremiada La vida de los peces). Pero el director chileno no logra sostener un trabajo bastante dispar, incluso con presencias fuertes como las de Benjamín Vicuña y Elena Anaya (el uso de los primeros planos muestra el dolor de sus protagonistas). La historia parte de una pareja en la mitad de la treintena cuya relación comienza a resquebrajarse a partir de la muerte de su hijo. Este suceso es bien manejado a través de un fuera de campo constante (no se mencionan las causas ni las circunstancias del fallecimiento hasta bien entrada la película), pero La memoria del agua resulta un melodrama que se va desinflando de a poco, falto de coherencia y cohesión.