Engalanada por un elenco de figuras, raro para un film nacional de terror clase B, y con un encomiable trabajo visual y estético, La memoria del muerto es un exponente interesante y diferente dentro de las producciones de este tipo que se producen en el país. El realizador Valentín Javier Diment cambia de género y de estilo narrativo luego de su ópera prima testimonial Parapolicial negro, que abordó el espinoso tema de la Triple A. Se pueden vincular ambas películas en el terreno de lo sangriento, ya que las recreaciones actorales de ese docudrama tenían toques violentos al borde de lo gore, tónica que abunda en La memoria del muerto.
Pero en este caso con cierto contenido; una trama atractiva, un par de buenas vueltas de tuerca y algunos trasfondos argumentales que van más allá de lo habitual en el género. Con la excusa de homenajear a su difunto esposo, una mujer convoca a sus amigos más cercanos a una casa en las afueras para leerles una entrañable carta suya. Pero los desprevenidos –o no tanto– invitados ignoran que están formando parte de un macabro ritual.
Alternando escenas notables, de gran impacto para los habituales seguidores de lo terrorífico, con otras no tan logradas, el film alcanza buenas atmósferas, incluyendo un final que sorprende genuinamente. Formidables actuaciones de Lola Berthet y Luis
Ziembrowski, y una breve pero contundente participación de Gabriel Goity.