Risas, miedo y llantos
Ya se sabe que el cine de género en la Argentina es un fenómeno que se cocinó a fuego lento durante los últimos diez, quince años. En ese contexto, La memoria del muerto es quizás su exponente más depurado, adosándole a una factura técnica impecable una historia inicialmente irregular que, sin embargo, termina afianzándose con el correr de los minutos. El resultado es un film cuyo centro está en sangre, la comicidad y la creación de atmósferas.
Estrenada en el BAFICI del año pasado, la película de Valentín Javier Diment (el mismo de Parapolicial negro), de amplia trayectoria en la pantalla chica, comienza con la muerte de Jorge (Gabriel Goity) en la cama junto a su mujer (Lola Berthet). Cuarenta y nueve días después, ella junta a los amigos más íntimos de su marido para leerles una carta. Ese hecho dará inicio a una sucesión de apariciones fantasmagóricas en la que los invitados verán reflejados sus peores miedos o recuerdos, sin saber que son parte de un plan de la viuda para revivir al difunto.
La memoria del muerto va de menos a más, con un inicio confuso y deshilachado –cuesta saber de qué va la película- que adquiere su forma definitiva a medida que avanza el metraje. Así, los primeros minutos muestran a Diment demasiado fascinado por el trabajo visual y sonoro -notables, por cierto- antes que por la construcción de una trama.
Pero sobre la mitad el film deja de lado la búsqueda de efectos y creación de atmósferas para volcarse al desarrollo narrativo, al tiempo que empieza a reverberar un vuelco hacia un humor clase B que alcanza su pico máximo en una notable escena final. Escena final que, sí, resignifica todo lo anterior, pero por sobre todo muestra que Diment y compañía saben que lo mejor es no tomarse el asunto demasiado en serio.