En construcción
Un hombre engaña a los habitantes de Un pueblo y los hace construir una ruta en este drama francés.
Muy distinta -al menos en lo aparente- a su anterior película, El cantante , la nueva producción del francés Xavier Giannoli trae a la mente los primeros filmes de Laurent Cantet. Pero el hombre no se atreve a ir tan lejos y lo que arranca, de manera brillante, como la historia de un estafador que se encuentra con una oportunidad inesperada de hacer mucho dinero, derivará de manera bastante simplista hacia el viaje de un cínico que descubre la posibilidad de una redención.
Francois Cluzet (ya, oficialmente, un clon del Dustin Hoffman de décadas atrás) es Paul, un estafador que, falsificando papeles y haciéndose pasar por quién no es, comete engaños en la ruta, vendiendo sus “beneficios” a mafiosos encabezados por Gérard Depardieu.
Siempre en su auto, Paul para en un pueblito y se hace pasar por representante de una compañía constructora de rutas. Allí descubrirá que todos están felices al recibirlo porque suponen que viene a retomar el trabajo en una autopista abandonada y enseguida le ofrecen coimas para que contrate a tal o cual empresa local.
El verá una montaña de dinero encima y, a la vez, será testigo de cómo el pueblo cobra vida, cómo le agradecen su llegada y hasta se descubrirá interesado en la alcalde de la ciudad (Emmanuelle Devos). Con el correr de los días, empiezan los problemas: los pagos se demoran, las sospechas crecen y Paul (que se hace llamar Philippe) deberá pensar entre escapar con el dinero conseguido o hacer algo para solucionar el embrollo.
La mentira parece combinar las temáticas de Recursos humanos y El empleo del tiempo , dos filmes sobre el trabajo o la falta de él. La desocupación, la relación patrón/empleado y la pintura de una Francia profunda en crisis son los temas centrales de un filme cuya mejor parte (especialmente en lo visual) está dedicada a mostrar el trabajo en sí: la construcción, las grúas, los problemas meteorológicos, la aventura de construir una autopista en el medio de la nada mostrada como si fuera un sueño. Y, de hecho, lo es. Y ahí es donde la película vuelve a la realidad.
El problema es que al durar 130 minutos y al tornarse previsible la ruta narrativa general, el viaje se hace algo largo y reiterativo. La relación entre Paul y la viuda no tiene mucha fuerza (de hecho, es más interesante el triángulo tenso que él mantiene con su secretaria y el novio de ésta, un traficante/ladrón que se da cuenta que algo raro pasa) y la pintura de los habitantes del pueblo -si bien Giannoli deja en claro los bolsones de corrupción- es algo condescendiente.
Pese a sus momentos desiguales, La mentira es una buena combinación de thriller y película social. Un grado de incorrección y virulencia mayores podrían haberla convertido en una gran película.