Sin querer queriendo
El film La mentira (A l’origine, 2009) está basado en un hecho verídico pero no lo parece. Lo cierto es que la historia, si bien real, resulta increíble. El director supo explotarla con un dramatismo justo donde la misma sucesión de los hechos crea la tensión dramática que la película necesita sin recargarla de situaciones superfluas. Sin duda, una historia que necesitaba ser contada.
Paul Muller (François Cluzet) es un ex convicto que apenas iniciado el film da muestras de sus habilidades para robar y estafar tanto a sus colegas como a grandes empresas. Aquellas que alquilan equipamientos para la construcción son su blanco preferido. Buscando información para su próxima estafa llega a una autopista en construcción en el medio de un pueblo. Allí se da a conocer como enviado por una empresa para revisar el estado de la obra. El pueblo se conmociona con su llegada ya que dicho proyecto había sido suspendido dos años atrás dejando sin empleo a gran cantidad de habitantes. Su mera presencia entusiasma a los pueblerinos que enseguida le ofrecen su ayuda y servicios para retomar la construcción. Paul nunca desmiente lo que ellos suponen y así, en el rol del gerente Phillipe Miller, monta una empresa inexistente para reiniciar la obra.
En un principio lo que tienta a Paul son las coimas que la gente del pueblo le adelanta para que contrate sus servicios. Por lo tanto, resulta dudoso durante el film cuáles son sus verdaderas intenciones: si seguir adelante con la obra o fugarse con el dinero que le dan los proveedores. Entretanto, vemos como la gente del pueblo deposita en Paul todas sus esperanzas para salir de la depresión económica y personal por la falta de empleo. En este sentido, la película propone un doble interrogante: ¿es Paul el único responsable por montar semejante mentira? ¿o el pueblo en su desesperación ayuda a también a forjar un proyecto ficticio? Aquí parece estar la verdadera clave de la historia. Una historia que como hecho verídico resulta impensable y en esa absorción de la realidad por parte de la ficción reside el atractivo del film. La película se encarga de otorgarle una verosimilitud psicológica y sociológica muy acertada.
La falta de empleo es un tema recurrente en los films franceses y suele representarse al trabajo como afianzador de una identidad. En tanto el pueblo necesita trabajar, Paul necesita encontrar un nuevo camino que lo libere de su pasado. Dado que el film está narrado desde el punto de vista de Paul, se vislumbra la idea que a pesar del engaño hay una conciencia ética en su accionar. Los límites entre la mentira y la verdad se desdibujan de a poco y en esta ambigüedad el film se deleita. La mentira también da cuenta de un sistema lleno de fallas, de huecos, que deja a la gente desprotegida y vulnerable. Allí donde el Estado es incapaz de socorrer la economía de un pueblo la puerta queda abierta a lo imposible.
Debe destacarse la actuación de François Cluzet. Su personaje se desdobla en el estafador y ex convicto Paul Muller y, por otra parte, en el gerente Phillipe Miller, adorado patrón de la gente del lugar. Su caracterización como también la del reparto secundario (habitantes y empleados que se suman al proyecto de Paul) aportan la dosis realista justa que necesita esta historia inteligentemente elegida y contada.