Bening, ha perdido a su esposo, el ser más amado en su vida -tanto más que a su única hija-. Prácticamente recluida en su casa, nido de amor construido por el difunto, decide retomar su vida habitual un poco empujada por su hija y otro poco por su vecino, papel personificado por el entrañable Robin Williams. En su paseo por el museo, sitio al cual concurría con su esposo, se cruza con un hombre de características similares a su marido.
Lo que podría convertirse en una simple película romántica en torno a las segundas oportunidades en edad adulta, gira a una trama de orden psicológico un poco desdibujado.
Nikki (Annette Bening) forzará todo tipo de encuentro alrededor de Tom (Ed Harris), un veterano profesor de pintura con aspecto canchero, hasta lograr meterlo en su casa. La pasión nace entre ambos, el amor que siente Tom es auténtico, en cambio para ella es una extensión, un plus de falsa realidad de su matrimonio. La neurosis se hace propia en Nikki al esconder las fotografías de su marido, en llamar a Tom como Garret y en intentar recorrer los mismos sitios antes compartidos.
La Mirada del Amor no termina de definirse completamente, aunque Annettte Bening y Ed Harris componen una pareja increíble.