Tercera película del director Miguel Cohan (Sin retorno, 2010 y Betibú,2014) y tercer thriller en su carrera.
En esta ocasión nos presenta a un oscuro Oscar Martínez en el papel de Elías, un productor lechero, que se encuentra con problemas financieros y a quien su yerno Santiago (Diego Velázquez) es esposo de Carla (Dolores Fonzi) acusa de haber asesinado a su esposa (la chilena Paulina García) ya que la noche anterior a la muerte de esta los encontró discutiendo.
A partir de allí la película se divide en dos partes: La primera es la visión de Santiago y todo lo que lo hacen sospechar de que su suegro es el asesino. Desde su actitud, manchas de sangre en su ropa y objetos que faltan en la casa. Pero claro, toda esta sospecha también lo harán entrar en conflicto con su esposa.
La segunda parte de la película retrocede a los acontecimientos del principio pero esta vez desde la propia visión de Elías. Es aquí donde el espectador, ya intrigado, observa que fue lo que realmente pasó y también como continua esta historia.
Pero es a partir de lo que continúa a la resolución del misterio cuando la película comienza a declinar. No solo por que lo que más intrigaba ya pasó, sino por que todo parecería estar de más -incluidas varias escenas de un enfadado Martínez haciendo tramites a lo Darín en Relatos Salvajes solo para sacar alguna carcajada al público- y el final deja un poco que desear.
A pesar de sus casi dos horas de duración si hay que admitir que la intriga no te deja ni relojear en ningún momento, ademas de que la actuaciones de Martinez y Fonzi están muy bien. Pero en otros aspectos la película pierde bastantes puntos con diálogos “raros” que mezclan en un mismo personaje el “vos” y el “tu”, todo debido a ser una coproducción con Chile, algunos errores de montaje y continuidad que se dejan en evidencia al repetir las mismas escenas con 2 visiones distintas y sobre todo por una de las muertes más absurdas del cine nacional.