Es un policial filmado con preciosismo, con la utilización de flash backs constantes que van dando pistas sobre lo que ocurrió. O que muestran un mismo hecho desde la mirada de distintos personajes, y tiene una intriga inquietante que se cruza con observaciones sobre nuestra realidad económica y nuestra idiosincrasia como clase media. El director Miguel Cohan (“Sin retorno”, “Betibu”, también en televisión “La fragilidad de los cuerpos”) se basa en un libro que coescribió con su hermana Ans Cohan. Uno de los rubros fuertes de este film son las actuaciones. Es especial de un Oscar Martínez que se muestra oscuro como nunca, encarnando a un ser que se hunde irremediablemente en un laberinto que el construyó y se empeña en sostener como una fachada. Por un lado es un hombre atribulado como productor que ve que su negocio familiar se le va de las manos porque el estado entorpece su desarrollo y él, sin límites, se endeuda una y otra vez esperando una solución mágica. Y además se empeña en mostrar que su matrimonio es perfecto y la separación que ya existe, es un hecho que solo ignoran los demás, incluidas sus hijas. En ese contexto de amenaza constante para la estabilidad del protagonista muere su esposa. Su yerno comienza a sospechar. Y ahí es donde el rompecabezas inquietante y ponzoñoso avanza. Con juegos y preciosismos y con variada eficacia en tantos “twist” del argumento que a veces son perfectos y otros diluyen la acción. Aunque siempre mantienen ese toque donde lo siniestro y despiadado se enseñorea sobre la patina de los buenos modos. Muy bien Dolores Fonzi, Diego Velázquez y Paulina García.