De mal en peor
No caben reproches a este tercer opus de Miguel Cohan, otra vez preciso a la hora de moverse por los andariveles del género como ya lo demostrara en su ópera prima Sin retorno (2010) para luego reforzarlo con Betibú (2014).
En La misma sangre, coproducida con Chile, además de contar con un reparto aceitado encabezado por Oscar Martínez, con la compañía de Dolores Fonzi, Diego Valenzuela y la actriz chilena Paulina García, se entreteje la trama de los secretos de familia de clase media argentina, que apostó en épocas de vacas gordas a la renta del campo y que a causa de las circunstancias y los vaivenes económicos de la propia realidad nacional hoy son parte de una muestra de decadencia y caída abrupta cuando buscan la desesperada salvación afuera y no adentro.
La representación de ese modelo está completamente definida en el personaje de Oscar Martínez, padre de dos hijas (Dolores Fonzi y Malena Sánchez), casado con una esposa que abiertamente ya no lo soporta (Paulina García) y con quien mantiene un pacto de no ventilar trapitos sucios de la pareja para mantener esa falsa postal de familia burguesa feliz ante terceros incluso hijas y cuñado (Diego Velázquez). Claro que todo se precipita al empezar a conocerse una subtrama que se amolda a los tiempos y a la psicología de cada personaje, donde la ambigüedad moral, la ética y la desesperación que lleva a tomar decisiones premeditadas -siempre el dinero marca el horizonte-generan enormes niveles de conflicto y situaciones inesperadas en las que el público puede o no identificarse con los avatares del protagonista, su sutil degradación moral y transformación, o simplemente en la suerte que corre su entorno cuando ejecuta un plan de acción, cercado por una situación límite.
La idea de presentar un antagonista o varios en distintos momentos aporta a la trama algo de luz frente a tanta oscuridad. Y esa oscuridad también se refleja en la imagen, en la fotografía de este thriller, prolijo y correcto que tiene como sponsor a la plataforma Netflix y que seguramente se enrole en un tiempo en la oferta de policiales o thrillers de buena calidad que pueden encontrarse en el catálogo acotado como por ejemplo la película argentina Acusada.
Si bien en su desarrollo dramático, manejo de los tiempos narrativos, las pausas y los gestos para evitar la grandilocuencia de las palabras funcionan en su mayoría, no ocurre lo mismo con el último tercio y una notable manía de forzar situaciones y resoluciones que si bien no son del todo mágicas, son coherentes aunque predecibles.