Hay cuatro muertos, y el lejano recuerdo de otro, en este drama de familia con visos de thriller sin policía. Bueno, sí, la policía aparece en el caso de un accidente dentro del hogar, pero no sospecha nada. Y el único que sospecha no tiene quién le crea. Para que el público saque conclusiones, surgen por ahí unos pocos flashbacks bastante singulares, completando desde otro ángulo una escena, y mostrando lo que en verdad ocurrió. Pero esto solamente lo sabrá el público. Hasta cierto momento.
“Cuando baja la marea se sabe quién está desnudo”, dijo Warren Buffet, y el dicho se aplica. No es éste un thriller con un asesino oculto hasta el final. Es, más bien, un drama de familia, donde vamos viendo la evolución de las relaciones, la confianza, y el compromiso entre sus partes. A la puesta en escena les caben reproches menores. Pero el estudio de personajes, en cambio, es muy bueno. Acá hay un hombre de carácter blando aunque firme en sus convicciones, una mujer trabajadora que eligió mal para casarse y tiene un primo, y un bloque de padre, hija y nieto de carácter fuerte, pagados de sí mismos, igual que el más viejo de la familia. Hay cierto gesto de ellos ante quien pide ayuda, que evidencia que tienen la misma sangre, porque reaccionan igual, aunque por distintos motivos y en distinta medida.