Mucho en el batido
Seis guionistas trabajaron en esta versión de la momia que interpreta la hermosa actgriz argelina Sofía Boutella y que mantiene bastante alta la vara de la acción.
Las mezclas pueden salir bien, mal o regular. Esta nueva versión de La Momia es un obvio ejemplar de la tercera clase. El batido de mitología egipcia, historia de las cruzadas, literatura victoriana, homenaje a Indiana Jones y guerra de Medio Oriente logra lo que se propone: dejar en la boca ese gusto fugaz del entretenimiento rápido y sin complejos.
También hay humor en la combinación, aunque no es lo que más se destaca: Tom Cruise –que lo intentó varias veces– nunca termina de encajar del todo en ese perfil, y el complemento de Jack Johnson, en el clásico rol del amigo prudente y gracioso, resulta un tanto mecánico, pese a las vueltas de tuerca que le tiene reservado el guion. El motor la película de Alex Kurtzman (con un currículum mucho más largo como productor que como director) es su carga de esoterismo y de aventuras.
La momia, aun encarnada por una actriz tan hermosa como la argelina Sofía Boutella, es una fuente inagotable de misterios. Funcionaba en Titanes en el ring y funciona en una superproducción hollywoodense. En este caso, a partir de un mito inventado: la leyenda borrada de Ahmanet, la hija de un faraón que hizo un pacto con Seth (el dios de la muerte) para quedarse con el trono de Egipto.
Pero algo falla en el momento de consumarse la alianza y la ambiciosa Ahmanet tiene que pasar varios milenios enterrada a la espera de otra oportunidad. Esa oportunidad llega cinco milenios después, en pleno siglo 21, de la mano del sargento Nick Morton, el militar seductor y traficante de antigüedades que interpreta Cruise.
Nada menos que seis guionistas trabajaron en esta versión de La Momia y si bien esa excesiva multiplicación de cerebros (ya habitual en la industria) no suele dar resultados cohesivos, sí asegura cierto de grado de ingenio a la hora de plantar situaciones, diálogos, personajes y alusiones más o menos eruditas.
Con mucho de la estructura, la lógica y la estética de un cómic, la película se las arregla para mantener la tensión sin ofrecer una sola escena memorable. Pera esa falta de relieve es la que evita los grandes contrastes que suele mostrar los productos de esta clase. En vez de jugarse todo en una sola escena, La Momia mantiene alta la vara de la acción a lo largo de las casi dos horas que dura, y eso es suficiente para que uno digiera más o menos rápido su no despreciable cantidad de lugares comunes, situaciones increíbles y defectos especiales.