La momia tiene cara de mujer
La Momia (The Mummy, 2017), de Alex Kurtzman, es la primera de una serie de reboots con los que los Estudios Universal quiere reposicionar a sus clásicas historias de monstruos de antaño, creando, no sólo una nueva franquicia al estilo Marvel, con conexiones entre sí a lo largo del tiempo, sino y principalmente, un nuevo negocio.
Estimulados por las generaciones más jóvenes, las que llenan las salas, los productores pensaron en acercar a Drácula, Frankenstein y otros seres que supieron poblar sus films durante el siglo pasado, a los millenials reformulando su serie de películas clásicas. Pero alejada de sus predecesoras, y partiendo de una estética televisiva, la propuesta protagonizada por Tom Cruise es solo la punta de lanza para que los personajes, que luego realizarán intervenciones en otros films, sean enmarcados dentro de este nuevo universo de monstruos, y, si bien hay un relato sobre la leyenda de la momia que protagoniza este “cuento”, hay más del “lo que vendrá” más adelante que una preocupación por consolidar esta historia.
En La Momia hay aventura y entretenimiento, cotillón y fuegos artificiales, olvidando el terror o miedo que caracterizaba a este tipo de películas, y también hay un descanso en Cruise para otorgarle el peso de la historia, ubicándolo no sólo como el descubridor de la momia (Sofia Boutella, esencial para el relato, ya que luego amenaza a quien se atreva a cruzarse a su paso y genera algunos conflictos), sino que lo coloca en un plan Indiana Jones anabolizado con muchos momentos de acción y placer culposo.
La historia de esta versión es simple, Nick (Tom Cruise), un timador/ estafador/ ladrón de tesoros, se ve envuelto en una situación complicada cuando descubre, en medio de uno de sus negocios o intentos del mismo en Irak, una tumba milenaria en la que descansa Ahmanet (Sofia Boutella), heredera de un imperio egipcio que vio truncada su dinastía al entregarse a la oscuridad para quedarse con el trono sabiendo que ya no le pertenecía. Sin saberlo, Nick, despierta a la legendaria criatura, quien estuvo durante milenios atrapada en su sarcófago, desatando el infierno en la tierra al no poder contenerla por métodos tradicionales.
Claro está que en este tipo de relatos debe haber una contraparte, y en este caso sin seguir las advertencias de Jenny Halsey (Annabelle Wallis), que funciona como su conciencia, y que a su vez responde al Dr. Henry Jekyll (Russell Crowe), un excéntrico personaje que desea controlar a todas las criaturas sobrenaturales que se encuentran en la tierra, el explorador tendrá que enfrentarse a su propia historia (flashbacks que lo introducen en la épica de la momia) y evitar caer en la tentación de ser seducido por Ahmanet. Y entre el querer y el poder, entre el desear y concretar, La momia va configurando su universo narrativo, con una línea argumental básica y simple pseudo televisiva, que la acerca a productos clase B -eso sí filmada con sobriedad y un gran despliegue visual-, pero que responde, tal vez, a la experiencia previa de Alex Kurtzman en TV, en productos tan disímiles entre sí como Fringe, Star Trek, Hawaii Five-0, entre otros.
La película es correcta, pero no profundiza en el mito y mucho menos apela a la saga que tuvo momentos de gloria de la mano de grandes hacedores del cine clásico de terror. Tiene instantes interesantes y divertidos, cumpliendo con las premisas de entretenimiento y misterio por partes iguales, afín a este tipo de productos pero ubica a Tom Cruise como el protagonista absoluto, el ideal, para una propuesta en la que se termina por opacar al “monstruo”, en este caso la momia del título, contradiciendo así su origen y proponiendo otra cosa.
Habrá que ver cómo continúan las siguientes películas de este monsterverso que comenzará a plagar las pantallas con seres extraordinarios, maléficos y que intentarán recuperar el espíritu de las películas clásicas de terror y suspenso. No es este el caso.