Esta nueva película de Tom Cruise, escrita por David Kooep y Christopher McQuarrie es un híbrido. Parte película de aventuras, parte película de terror e intento de crear un nuevo universo cinematográfico; es posible que esta propuesta deje a mucha gente afuera. Es una pena porque en ciertos pasajes hay mucho cine, y del bueno.
La nueva versión de La momia no olvida que su antepasado venía del cine clase B y por eso le rinde homenaje; desde algunos diseños de los personajes hasta ciertas secuencias terroríficas que son dignas del mejor cine de terror de aquella época. No es lo único, ya que también se citan clásicos como Un hombre lobo americano en Londres (1981) y a la famosa saga española de zombies templarios creada por Amando de Ossorio. Las secuencias de acción son los puntos altos, y cada una nos hace recordar que cuando en Hollywood quieren pueden ofrecer experiencias vertiginosas que emocionan, y sobre todo donde se entiende lo que ocurre.
La película está claramente escrita para el lucimiento de Tom Cruise, quien estos papeles ya los hace de taquito, pero acá explorando más su veta cómica. Es un héroe que no se la cree, durante el trascurso de la historia hay una idea (o gag) que pasa por ver lo mal que la está pasando la mega-estrella; acá lo golpean y lo lastiman. Y los realizadores son conscientes de esto, pues por más que se lo vea como una especie de “semidiós”, pareciera que nos estuvieran aclarando que es también un ser humano como cualquiera de nosotros. Aun así, quien le hace sombra es la villana Ahmanet, interpretada por Sofía Boutella, una actriz que le da ferocidad y ambigüedad a su personaje y quien realmente se roba todas las escenas. Lamentablemente ellos dos son lo mejor del casting…
Anabelle Wallis como el interés romántico del protagonista no funciona. No sólo no tiene química con el actor, sino que su actuación no es convincente. Su personaje es decorado y pierde mucho ante la presencia de Boutella. Lo mismo ocurre con Jake Johnson, el “comic-relief” que causa muy poca gracia; ni siquiera la presencia de Russel Crowe, porque da la sensación de que es sólo para sumar un nombre más a la lista de actores, como para darle más prestigio a la producción.
La película pierde ritmo llegando al clímax y su director Alex Kurtzman no logra volver interesante a lo predecible de la acción. Ni las absurdas vueltas de tuerca ayudan a una historia que queda estancada en el aburrimiento que producen los últimos 15 minutos. Aun así, lo peor es esta idea de tratar de crear un mundo que es innecesario. Crowe interpreta al Doctor Jekyll, una especie de coleccionista de monstruos (y sí, sí se convierte en su álter ego, aunque por suerte no es tan ridículo como en otras propuestas), pero ¿para qué meter esta especie de Nick Fury?. La idea de un versus era algo que ocurrió con aquellas míticas cintas que comenzaron en la década del ’30, pero acá pareciera que está atravesado por la moda impuesta por los films de superhéroes.
En fin, un híbrido que puede chocar con las expectativas de un público que busca algo más convencional, ya que en su afán por ofrecer de todo termina funcionando sólo en algunas cuestiones.