[REVIEW] La Monja: Atmósfera gótica, sustos contemporáneos.
Un nuevo spin-off de la factoría James Wan llega a cines, y esta vez le toca el turno al demonio Valak, un ente capaz de corromper al más devoto fiel de la Iglesia Católica.
Hablar de James Wan en estos días es hablar del nombre del terror en cines. Sus filmes han superado con creces la media de lo que uno espera, esto es, sustos sin sentido y vírgenes corriendo despavoridas ante un asesino de fuerza sobrenatural, por dar algunos ejemplos. La técnica, la influencia del cine clásico, sumadas a la capacidad de inventar un universo completamente nuevo y estilístico, pero también mainstream, le han dado al realizador la fama suficiente como para rodearse de otros tantos talentos como él mismo.
Luego de saltar a la palestra con “El Conjuro (The Conjuring, 2013)” y sus sucesivos desprendimientos, porque tiene una carrera más larga y prolífica que los filmes de la familia Warren; Wan decide ir creando todo un universo a través del cine de terror y, como dije anteriormente, se rodea de directores afín, como ser, David F. Sandberg en el caso de la película de la muñeca “Annabelle” o, en este caso, con Corin Hardy, quien nos trajo en 2015 la maravillosa “The Hallow”, un cuento de hadas de horror llevada a la cruel actualidad, jugando con el folclore local inglés y el género de “películas en el bosque”.
Hoy, con “La Monja (The Nun, 2018)” llega un nuevo capítulo en el “Universo de El Conjuro”, esta vez con el ente que protagonizó o fue el antagonista en la secuela del 2016 que, si bien no encaja en los hechos reales de “El Misterio de Enfield” ni “Amityville”, si fue una idea de Wan que por suerte, perduró hasta convertirse en film individual. Esto es, en parte, responsabilidad de el director de “Aquaman (2018)” y, en parte, de la actriz que da vida al malévolo ser en pantalla: Boonie Aarons.
La historia se traslada años antes que siquiera tuviésemos noticias de las andanzas del matrimonio Warren, 1952: Un convento en Rumania sufre el suicidio de una monja, cosa que el Vaticano no puede dejar así como así, ya que el hecho es un pecado en sí mismo y puede traer la pérdida de la fe en la Iglesia por parte de la gente y, con esto, el poder político que dicha institución tiene.
Para dicha investigación envían al Padre Burke (Demian Bichir), un sacerdote con mucha temple que ha pasado guerras y viendo los horrores más inimaginables. Junto a él, el Obispado le encarga la compañía de una joven novicia que aún no a tomado sus votos pero será esencial en la trama, la Hermana Irene (Taissa Farmiga). Juntos emprenderán el viaje hacia la antigua abadía en el medio de una zona rural y supersticiosa del interior del país europeo, mientras encuentran la ayuda de un granjero local (Jonas Bloquet), el trío encontrará que el monasterio ya no es un lugar sagrado, sino que tendrán que enfrentar al Mal en estado puro, uno que usa las imágenes religiosas para burlarse de la Santidad y poseer y corromper almas inocentes, el temible Valak.
“La Monja” bebe influencias del cine de género de época de la década del 50, 60, y 70, de los cuales podríamos nombrar la más influyente que sería la productora Hammer Films, pero también del exploitation en el que se mezcla la realidad con la ficción, como es el caso de la película “Los Demonios (The Devils, 1971)” de Ken Russell, film que habla sobre el caso de las monjas endemoniadas de Loudun que aquejo un poblado de Francia en el siglo XVII.
En este caso, el film de Corin Hardy se nutre de estas producciones y lleva el susto hacia otra escala, más contemporánea (obviamente hay Jumpscares, no hay casi film actual sin ellos) pero sin dejar de homenajear a aquellos clásicos tanto en la paleta de colores ocre y azul, como en la trama que por momentos no da respiro al espectador y, por otros, hay algún que otro comic relief para calmar las aguas, siempre atendiendo al principal protagonista, el demonio Valak vestido de monja, que acecha en la oscuridad del convento, siempre en fuera de campo y fuera de foco. Sabemos que está, lo intuimos, pero muchas veces tomará la forma de nuestros peores miedos y pecados para, finalmente, poseernos.
“La Monja” constituye otro capítulo, el más oscuro del universo de “El Conjuro”, y se agradece que tanto James Wan como sus colegas sigan apostando a la calidad cinematográfica sumada a una historia que cada vez se amplia más y más para nuestro deleite.