Esta combinación de precuela y “spin off” de la saga “El conjuro” recupera el pasado de un personaje aterrador de la segunda parte de esa saga. Pero la película no está a la altura de aquellas. Es una película que remeda modelos usados mil veces en muchísimos filmes del género del pasado y ni siquiera tiene un director que sepa hacerlo bien.
Precuelas, secuelas y spin-offs de películas de terror no son, lo admito, mi pasatiempo favorito. Es claro que en ellas suele haber una enorme preponderancia de la parte explotación comercial del asunto por sobre la artística. Pero hay excepciones y después de las buenas sensaciones que me dejaron las dos películas de la saga EL CONJURO pensé que otra precuela de esa misma saga podría estar a la altura. Pero no. Me equivoqué. LA MONJA es todo lo que mis prejuicios preveían: una película menor y olvidable cuyo único punto de venta es el siniestro personaje de la “diabólica monja” que aterrorizaba a todos en la última película.
La película intenta contar, si no el origen, la aparición en el panorama de este ente en cuestión, encarnado en una monja. Combinando elemetos tomados de DRACULA y de EL EXORCISTA, lo que cuenta son las desventuras y problemas en los que se mete el Padre Burke, un investigador (el mexicano Demián Bichir) enviado por la Iglesia al monasterio de Carta, un convento perdido y semi-abandonado de Rumania en el que se ha suicidado una monja y del que se cuentan historias terribles al punto que nadie quiere acercarse demasiado a él.
Allí va Burke en compañía de una joven novicia (encarnada por Taissa Farmiga, hermana menor de Vera Farmiga, protagonista de EL CONJURO), a quienes se suma un francés que la va de simpático, que está viviendo en la zona y quien descubrió el cuerpo colgando desde uno de los ventanales del convento. Lo que sucede allí no escapa de lo previsible y no hay verdaderas sorpresas ni grandes sustos que ameriten, casi, la propia existencia del filme. Alguna que otra escena efectiva no alcanza a tapar lo que finalmente es un remedo de decenas de otras tramas sobre posesiones demoníacas y ni siquiera están realizadas de un modo demasiado competente.
LA MONJA es claramente un producto de Clase B destinado a seguir explotando una exitosa franquicia y, quizás, predisponiendo elementos narrativos que luego se recuperarán en otros filmes de este “universo cinematográfico”. Pero lejos, muy lejos está el director inglés Corin Hardy de acercarse a los sustos y las emociones de la película de 2013 que le dio origen a todo esto. Tampoco a su secuela ni a las ANABELLE, el otro y ya exitoso spin off de esta saga. Es la muestra que ciertas ideas pueden parecer atractivas comercialmente (y la imagen de la monja en cuestión lo es) pero no está mal tener un guion inteligente y un director preparado para ponerlo en escena.